LEVÁNTATE Y CAMINA
Hoy no puedo palparte, pero siento,
Señor, que no estás lejos,
pues percibo la huella de tus dedos
y el impulso callado de tu aliento
en el latir del cosmos en que habito.
No sé de dónde viene el viento que me azota
como látigo etéreo,
ni a dónde va la brisa,
que, a penas, me acaricia
cuando a mi lado pasa;
pero yo sé que a ambos los impulsas,
pues todo en su sustancia de ti mana.
En esta sigilosa y densa niebla,
que me envuelve y que cual red me atrapa,
siento que estás detrás de esa cortina,
que no me deja verte cara a cara.
Por eso no me inquieta
la oscuridad más negra de la noche;
ni me enmudece el rastro de la muerte;
ni me entumece el frío de la ausencia.
Y cuando caigo y todo se estremece
hasta quererme cercenar la espera,
el eco de tu voz suave y profunda
en el fondo de mi alma reverbera.
Y siento que me dices susurrante:
levántate y camina tras mis huellas.
Y el corazón revive, y la esperanza
renace vigorosa, y aquí espera.
[2013]