NOTA DE NAVEGACIÓN

NOTA DE NAVEGACIÓN

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5 de febrero de 2016

ENTR. 5 > POEMAS DEL ESPÍRITU _2: Entre el tambor y la saeta.

"Cristo del Consuelo",  Abadía del Sacro-Monte (Granada).

PREGÓN DE SEMANA SANTA (2004)
Cofradía del Stmo. Cristo del Consuelo y María Stma. del Sacro-Monte por el Muy Iltre. Sr. Dr. D. Federico R. Ratia, Canónigo del Sacro-Monte y Consiliario. 

 

Hermanos cofrades de esta entrañable Cofradía granadina, de El Cristo del Consuelo y ´María Santísima del Sacromonte, conocida popularmente como “Los Gitanos”. […] 

Mi pregón debe ser el anuncio de una fiesta, que se aproxima. Debe, además, invitaros con vehemencia a participar en ella. Y no se trata de una fiesta más, ni de una fiesta cualquiera, sino que es la fiesta más grande para los cristianos: LA PASCUA DEL SEÑOR: SU PASIÓN-MUERTE Y RESURRECCIÓN.

 

A este referente explicativo imprescindible del pregón se añade lo que constituye nuestra aportación específica a la semana santa granadina: la salida de la Cofradía con sus titulares – el santísimo cristo del consuelo y maría santísima del sacro monte - en estación de penitencia por las calles de Granada, de nuestra Granada.

 

Mi pregón, por tanto, quiere ser: 1º. Anuncio; 2º. Anticipo de vivencias, de sentimientos y escalofríos del alma creyente y religiosa; y 3º. Plegaria. […] 

 

  • ANUNCIO DE LOS ACONTECIMIENTOS.

Yo quisiera que mi voz fluyera monte abajo y llegara hasta la ciudad del Darro (la antigua Ilíberis romana y cristiana, la que está a los pies de esta Abadía), y que mis palabras resonaran en los oídos de todos los granadinos, sean creyentes o no, para que supieran por qué nos disponemos a salir a las calles y plazas de la ciudad manifestando nuestra fe y nuestra esperanza, nuestro amor y pasión por Nuestro Cristo, por su Madre, y por Granada. […] 

 

Que me perdonen los hermanos cofrades de las demás cofradías granadinas, pero hoy me atrevo a afirmar que es el miércoles santo, con el Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacro Monte por sus calles, cuando Granada alcanza el culmen de su belleza, cuando llega a estar granada (permitidme el juego de palabras). ¿Hay algo estéticamente más sublime que esa estampa del Cristo del Consuelo entre bengalas junto al Darro y la Alhambra iluminada que se asoma desde lo alto para verle? La Alhambra, el monumento más visitado, y con razón. Pero

 

¿No parece estar diciendo

que si fuera bautizada,

de su monte se bajara

y con toda su hermosura

ante el Cristo se postrara? 

 

¿No tiene envidia del río

por la suerte que ha tenido

en poder verle la cara

de cerca en la madrugada

a ese Cristo dolorido

que regresa de Granada

entre su gente metido? 

 

Sí. Granada se convierte en la ciudad más grande y hermosa del mundo cuando pasan por sus calles la Virgen del Sacromonte y su Hijo El Cristo del Consuelo. Ese Cristo nuestro, en el que el dolor se hace filigrana de finísimo amor, en el que las llagas se vuelven tornasoles de púrpura divina, cuyo cuerpo dolorido está sujeto no por tres clavos, como es lo habitual, sino por cuatro: por los tres suyos tres y por un cuarto, que nos corresponde a nosotros, porque ha asumido nuestros dolores, los ha unido a su cruz, con ese cuarto clavo, para que sepamos que si sufrimos y morimos con él, también resucitaremos con él. 

 

El domingo que viene, 28 de marzo, como preámbulo de la Estación de Penitencia del gran día del Miércoles Santo, trasladaremos a nuestros Titulares a la Iglesia del Sagrado Corazón, en la Gran Vía granadina. Y lo haremos a nuestro modo, con nuestra enraizada devoción y manera peculiar de alabar al Señor y a la Virgen. Bajaremos por las cuestas sacromontanas, por las calles albaicineras, por los recoletos y angostos callejones, por las anchas avenidas, camino de la iglesia de los PP. Jesuitas, siempre tan atentos con nosotros, a la espera de que llegue el gran día del Miércoles Santo. Nuestro sincero agradecimiento y afecto a estos santos religiosos jesuitas.

 

He llamado gran día a nuestro Miércoles Santo, porque es un día que no cabe en veinticuatro horas; porque ese día, cuando nuestro Cristo y su Madre salgan del templo y pisen las calles de Granada, con los pies de los costaleros y costaleras, el mismo sol, si pudiera, se quedaría en el balcón del firmamento para contemplarlos, o mejor, se uniría a nosotros y como costalero de oro refulgente nos acompañaría sin descansar hasta la siguiente aurora, la del jueves santo. Y la luna, si pudiera, tomaría una nube por mantilla y bajaría del cielo a ponerse delante de la Virgen, como madrina de luz, con su cara de plata, redonda, enamorada. 

 

Y os digo que haremos el recorrido oficial por las calles de la ciudad de la Alhambra. Avanzaremos paso a paso, suspiro a suspiro, plegaria a plegaria, fatiga a fatiga, con sed, sudor y cirios, por las calles repletas de gente, devotos y espectadores. Pasaremos por tribuna con noble garbo. Luego, entraremos en la Catedral, donde el pastor y obispo de nuestra Iglesia tiene su cátedra. Y cuando al son del gallo la noche llame a la madrugada, volveremos a la Abadía del Sacro Monte, nuestra sede. Entraremos en la Carrera del Darro, donde el río y el camino juegan a la comba con los puentes, bajo la mirada complaciente de la Alhambra. El silencio se aliará con la saeta para que sólo suenen los suspiros del alma, al ritmo ronco de un tambor solitario.

 

Las farolas darán paso a las bengalas y nubes de humo surgirán de nuestras manos, como suspiros cósmicos en medio de la noche; como plegarias primitivas de un arcano fervor, bajo la luz de la luna y los luceros. Y arriba, estará contemplándonos la Torre de la Vela iluminada. Y cuando el Peso de la Harina nos devuelva a nuestro Monte, asistiremos a la manifestación sublime del sentimiento, a la agonía del silencio, a la eclosión del grito del espíritu, a la explosión primaveral de las flores del alma, que, arrojadas a los pies del Cristo y de la Virgen, se convierten en plegaria con desgarro de saeta, en sollozos desbocados, en vivas estridentes, en fuego que ilumina nuestro valle, como presagio del gran resplandor de la mañana de Pascua. 

 

Es verdad que algunos estarán mirándonos al borde del camino, en las veredas en donde el monte descansa de su loca ascensión hacia la altura, sin entrar siquiera en el zaguán de nuestros sentimientos, sin conectar con los motivos y finalidades de nuestras manifestaciones. Intentarán unirse a nosotros en las manifestaciones externas con las que celebramos nuestra fe y nuestra religiosidad cristianas. Algunos lo harán con respeto, otros con estridencia, y otros con descaro y bastardía. Pero el Cristo del Consuelo, el Cristo redentor y misericordioso, quizás les toque al corazón y sientan el calor de su presencia, el brillo sublime de sus ojos doloridos adentrarse en sus almas, y se acerquen a la fe, si es que nuestra fe se hace visible en medio de tanto paroxismo emocional, estético y religioso. 

 

Y ya en el Monte Sacro, dejaremos con primor y cariño emocionado en la iglesia colegiata de la Abadía, su sede canónica, a nuestros titulares, el Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte. […] Y, en coherencia con lo expresado por las calles de Granada, nos dispondremos a seguir viviendo la Semana Santa con la asistencia a los Oficios. Porque sabemos que mediante ellos nos acercamos a la fuente de nuestra vida cristiana, el fundamento de nuestra fe y a la presencia viva de Cristo Resucitado y de María elevada al Cielo. Porque no somos sólo cofrades, sino que somos cristianos, católicos, pertenecientes a la gran familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia, la cual proclama, celebra y vive su fe, dando testimonio de amor y unidad, ayudando a los necesitados. 

 

  • ANTICIPO DE VIVENCIAS Y SENTIMIENTOS.

Permitidme – hermanos – que dé rienda suelta, ahora, a mis vivencias y sentimientos del modo más espontáneo y sincero. Permitidme que, en adelante, salte de la prosa al verso y del verso a la prosa, siguiendo a ambas, cuando desbocadas la una y la otra, ellas mismas me cedan la palabra.

 

¿Cómo podría yo deciros,

a vosotros los primeros,

lo que sentiré por dentro

en estos días venideros?

 

 ¿Cómo podrían mi palabras

 ante vosotros ahora

 expresar lo que mi alma

 siente por esta Señora?

  

¿Cómo deciros que puedo

 expresar lo que yo siento

cuando contemplo en silencio

a mi Cristo del Consuelo?

 

Lo intentaré, mas os digo

que me quedaré muy corto

por más que decir pudiera 

lo que en mi alma se encierra.

 

Al intentar expresar, y compartir anticipadamente con vosotros, los sentimientos que producen en mi alma las diversas escenas de la Estación de Penitencia, nos aprestamos a vivir y protagonizar en esta Semana Santa de 2004, quisiera que mi voz pasara de ser un normal sonido inteligible nacido de mi garganta a convertirse en quejío y cante jondo nacido de mi corazón y de mi entraña.

 

Quisiera que sonara a granaína para expresar el sentimiento que produce en mí el Traslado del Cristo y de la Virgen; quisiera que sonara a saeta cuando nuestros pasos se detengan a la puerta de la Catedral; quisiera que sonara a martinete cuando os diga lo que siento al ver dibujarse la silueta de nuestro Cristo entre la luna y la Alhambra; quisiera que sonara a soleá cuando me fije en la Madre dolorosa, traspasada y sola con su dolor tras el Hijo crucificado; quisiera que sonara a taranto al intentar sentir con los costaleros y costaleras que van a paso corto, pero a fe larga y a devoción firme, en el silencio de los pasos; quisiera, finalmente, que sonara a bulerías cuando por el barrio, cuesta arriba, a golpe de emoción, sudor y palmas nos encaminemos hacia la Abadía.

 

  

  • SENTIMIENTOS DURANTE EL TRASLADO:

  
El Cristo  Del Consuelo junto al Arco de Elvira, en el traslado.

Es domingo. El Cristo reposa en las parihuelas delicada y primorosamente instalado.

 

La Virgen va en la andas, peregrina con su Hijo hacia Granada. Nuestro corazón en fiesta, apenas conteniendo las lágrimas, los gritos y los rezos. Unas flores adornan tímidamente los pasos. Una canasta vacía espera la ofrenda floral espontánea de la gente al paso de los dueños del Sacro Monte. Salimos de la Iglesia de la Abadía:

 

Los pájaros, alarmados por la soledad que se avecina, le preguntan al viento que qué pasa; pero el viento los ignora, pues se apresta a unirse a la comitiva, vestido de brisa. Sólo las palomas, con sus roncas y monótonas voces, parecen quejarse, y van y vienen en un revolotear desconcertado y nervioso. Los caminos que bajan del Monte se abren y se ensanchan ante el Señor del Consuelo y la Reina del Sacromonte (Los Gitanos), que descienden por la ladera del monte, en la procesión más peculiar de Granada. Porque el Traslado está lleno de matices:

  • a veces parece improvisada romería,

  • a veces se asemeja a nómada tribu que traslada cuidadosa sus preciados tesoros a horizontes no explorados,

  • a veces a cortejo de boda que acompaña a una novia divinamente bella,

  • a veces a un calvario descendente con el Hijo y la Madre, soledad y muerte, por sus fieles devotos arropados.

Pero siempre sublime, irrepetible.

 

Y, mientras tanto, la Abadía se queda sola, desgarrada.

  

Recuerdo que el año pasado – el pasado sirve para explicar el presente y explorar el futuro – viví esta experiencia con vosotros. Recuerdo, todavía emocionado, los profundos sentimientos que estas escenas produjeron en mi alma. Sí, en mi alma de andariego por caminos de muchos horizontes, de estudioso empedernido, de profesor universitario, de sacerdote del postconcilio, aunque nunca iconoclasta, de canónigo sacromontano. Con mi bagaje de conocimientos y experiencias yo creía poder controlar con facilidad mis emociones. Pero me di cuenta de que no era posible. Y doy gracias a Dios por ello. [¡Qué horror hubiera sido tener sofocado el sentimiento, haber desterrado las lágrimas que produce el gozo, el estupor que produce la belleza, la admiración ante las cosas sublimes, la emoción de la vida y el amor: haber desterrado de mí la humanidad, en definitiva¡].

  

Hoy afloran ante mí las imágenes y sentimientos de aquella mañana del domingo seis de abril de 2003. Como poeta, pero poeta de don más que de oficio, los plasmé en unos versos, que titulé LA BAJADA DEL SANTÍSIMO CRISTO DEL CONSUELO, y que ahora os recito:

  

De nuevo la amanecida,

de nuevo el Cristo bajando 

por la ladera del Monte:  

el Cristo de los Gitanos.

 

Va con los brazos abiertos,

de par en par el costado,  

el rocío de su sangre

con el sol centelleando.

  

Lleva “El Consuelo” sus ojos

en lágrimas arrasados,

le tiemblan las coyunturas,  

la frente le está quemando,

 

porque la guerra y los odios,

la violencia y los tiranos  

le están hiriendo las sienes 

y el alma martilleando.

  

Ya va por el Albaicín  

hacia Granada, despacio,

por las calles empinadas  

pisando los empedrados.  

 

Las estrechas callejuelas

se están llenando de nardos,  

de palmas y zapateos,

de rosas y de geranios,

 

que así expresa su cariño  

el alma de los gitanos

al Cristo, que por sus calles

va en la mañana pasando.

 

Un suspiro con un viva,

un te quiero con un canto,

una saeta, una copla

el pueblo le va catando.

  

Y le cantan y le bailan

y le rezan entre aplausos, 

porque da garbo a este Monte,

que sin Él no sería Sacro. 

   

En la Abadía se quedan

los pájaros sollozando:  

se han llevado su “Consuelo”  

hasta Granada, temprano.

 

Sin aroma están las flores,

sin amapolas el campo,

hasta que tú no regreses

 

a este tu Monte Sacro.  

¡Cristo mío del Consuelo,

mi Cristo de los Gitanos!

 

 

· SENTIMIENTOS DURANTE LA ESTANCIA DE NUESTROS TIRULARES FUERA DE LA ABADÍA:

 

¡Qué sola está la Abadía

 in mi Cristo del Consuelo!

¡Qué dolor, qué desespero

 invaden el alma mía!

  

Pues contemplarte no puedo,

Nazarena dolorida,

no quiero tener consuelo 

ni paz en el alma mía.

 

Evocando también ahora los sentimientos que sentí el año pasado cuando, desde el domingo del Traslado hasta la madrugada del jueves santo, el Cristo y la Virgen estaban en el templo jesuítico de la Gran Vía granadina, aguardando la llegada del miércoles santo para salir en Estación de Penitencia y esta Abadía estaba rota por dentro porque no los tenía en su interior, un día no lejano compuse este soneto al Cristo del Consuelo, que titulé "Estoy roto sin Ti":

 

   

ESTOY ROTO SIN TÍ

 

Sólo me queda a flote tu recuerdo,

desde que te bajaron, Cristo mío,  

a la ciudad del Darro. Está vacío 

sin ti mi corazón, parado y lerdo.

 

Y luego me dirán que no estoy cuerdo, 

que pierdo la razón y desvarío,

cuando de madrugada, junto al río, 

me plante para verte. El alma pierdo

 

poco a poco si tú no estás conmigo.

Mi Cristo del Consuelo, peregrino

sufriente por las calles de Granada.

 

Yo sé que mi dolor no pesa nada

mirado desde el tuyo; mas te digo

que estoy roto sin ti, y desatino.

 

   

  • SENTIMIENTOS DURANTE LA ESTACIÓN DE PENITENCIA, POR LAS CALLES DE GRANADA, EL MIÉRCOLES SANTO:

Es la hora: las cinco y media de la tarde. La hora de los nervios, de las enérgicas órdenes para que todo salga a pedir de boca, con elegancia, con ritmo, con pasión; la hora de los pasos solemnes y quedos; pero, también es la hora de las emociones apenas contenidas, la hora de los suspiros, de las miradas, de las velas, del incienso y de las lágrimas; la hora del rezo a la intemperie, de la congoja hecha copla, hecha desgarro de saeta.

  

Se abren las puertas del templo:

 · ¡Que se pare el tiempo en este instante en las calles de Granada!

 · ¡Que salen Los Gitanos!

 · ¡Que sale el Cristo del Consuelo, con su Madre dolorida María Santísima del Sacromonte, a pasear su amor crucificado y su costado abierto por las calles de Granada!

 · ¡Que sale a decirnos a todos lo mucho que le duelen nuestros fallos, nuestros odios y pecados; pero, también y sobre todo, a decirnos que nos ama y que nos perdona, a llenar de paz y de consuelo nuestras almas. Él, que en el momento de su pasión buscó quién lo consolara y no lo halló. Ahí está, también su Madre y nuestra Madre, de dolor transida, para decirnos que, a pesar de la pena, estamos llamados a la vida!

 

¡Qué emoción cuando, cruzando la puerta en momentos de tensión y de angostura imposible, los costaleros y costaleras sacan los pasos a la calle! ¡Cómo vibran los presentes! ¡Cómo brotan disimuladas las agridulces lágrimas! Os aseguro que las he visto salir a borbotones de los ojos de una mujer sencilla al contemplar en la calle al Cristo del Consuelo; yo he visto a más de una muchacha llevarse levemente el pañuelo a los ojos, sorprendida su juventud por la emoción del inesperado impacto de tan sublime escena. Yo he visto reflejarse la figura del nuestro Cristo en los ojos de un niño que se abrían de par en par, como una radiante madrugada, extasiados ante tan sublime y divino espectáculo. ¿Verdad, hermanos? – y no disimuléis vuestra emoción, que es digna y justa -, ¿Verdad que en esos instantes, escalofríos de plata recorren nuestra piel y nuestras venas?

 

Ya están el Cristo y la Virgen pisando el asfalto de la Gran Vía, que de pronto se torna en Vía Dolorosa, en Calvario estremecido; pero también en intuido Camino de Emaús.

  

¡CÓMO SE SIENTE EN GRANADA!

 

Permitidme que os recite este soneto a nuestra Virgen compuesto el año pasado para este sublime momento:

 

Tarde de Miércoles Santo. En la altura

pugnan el sol y las nubes por tenerte;

en el cielo los querubes enmudecen

cuando miran tus dolores y amargura.

  

La Alhambra cierra sus puertas y se asoma

a la Torre de la Vela para verte, galanura

de Virgen sacro-montana, cuando pasa

por las calles de Granada tu hermosura.

  

Un desgarro de saeta rompe el aire,

 y del alma a borbotones se me escapa

 la pena al contemplarte, traspasada,

  

detrás de Cristo, al madero cosido

por culpa de mis pecados. Dolorosa,

nazarena, Madre mía de mi alma.

 

 

Y empieza la procesión entre música y silencios: Camino de penitencia. Y avanza pausadamente por la Gran Vía, en compuesto y solemnísimo cortejo, perfumando con incienso cada instante, cada paso, cada copla, en dirección al monumento a Isabel la Católica.

  

Está la reina sentada

y colón en pie le explica

sus proyectos a la reina,

cuando desde la Gran Vía

la comitiva se acerca.

 

La reina no se levanta;

Colón no se da la vuelta,  

porque ambos son de bronce;  

pero sus almas despiertan

y se postran ante el Cristo,  

el Rey de cielos y tierra.

 

Del Sacromonte una brisa

baja por el valle, fresca,

y pasa por Santa Ana,

por Plaza Nueva y la Audiencia.

  

Viene a refrescar el rostro

de Cristo, que fuego echa,

que el dolor le está quemando

las mejillas. Y la pena

de verle tan dolorido

va dejando mi alma yerma.  

 

Un tambor rompe el silencio

y el alma se me despierta.

 

Ya sigue la comitiva.

A San Matías se endereza,

Y luego, muy despacito,

solemnemente se acerca

hasta llegar a Tribuna:

 

  • " ESTACIÓN DE PENITENCIA” (PASO POR LA TRIBUNA OFICIAL):

 

¡Qué solemnidad! Los brazos

de Cristo al aire. La pena

de la Virgen en su rostro. 

La llaga de Cristo abierta:

de par en par su costado 

para albergar a Granada 

siempre que Granada quiera.  

Y lo mismo que en la “Toma”

el vocero vocifera:

¡Granada! [¿Qué?]

Estate alerta,

que el Cristo de los Gitanos

te está mirando a los ojos,

del Carmen en la placeta.

Te está pidiendo consuelo.

Aunque él consuelo te diera 

cuando te veas dolorida

y consuelo le pidieras. 

Y, luego, a la catedral.

La Plaza de las Pasiegas

sirve de pórtico. Atentos

todos. Del pastor se oye

la voz, que explica y que reza.

 

¿Habéis visto alguna vez la catedral más hermosa que cuando recibe la visita de nuestros titulares, llevados con amor por nuestros costaleros, y acompañados por todos los hermanos de la Cofradía?

 

Las bóvedas se iluminan con la luz más tenue y a la vez más intensa. Los focos que miran al suelo arrancan destellos de rubíes del cuerpo ensangrentado del Cristo; el rostro de nuestra Virgen se hace transparente y una lágrima fúlgida centellea en su mejilla; los pasos de los costaleros por el mármol del suelo catedralicio me suenan a repiques de campanas lejanas, a murmullo de plegaria. Y el alma se sublima y el espíritu se eleva hasta la altura, escapándose hacia el cielo, por la rendija de alguna ventana.

 

Sentimientos durante la Vuelta a la Abadía.

De vuelta.

Por Plaza Nueva

baja la brisa temprana.

Trae los suspiros del Monte 

Sacro, que apenas si aguanta, 

un minuto más, siquiera,  

en esta Semana Santa  

sin su Virgen y su Cristo,  

que se fueron a Granada.

El Darro campanillea

sus campanillas de agua

al paso de nuestro Cristo,

casi ya de madrugada. 

La virgen mira hacia el Monte

y se le escapa una lágrima.

De pronto suenan tambores,

el silencio se demanda,

que de silencio es la hora,

de bengalas y plegarias, 

de estampas jamás logradas,

de estéticas sublimadas:  

Que está la Alhambra en lo alto

solemne y engalanada,

que pasa el Cristo y la Virgen

junto al Darro de Granada.  

Sus rostros iluminados

parecen de fuego y nácar,

que sus penas se transforman

cuando cruzan Santa Ana.

Los llevan los costaleros

entre humos de bengalas.  

Una saeta de fuego

parece el valle y el alma

se derrama por los ojos

de la gente concentrada:

Estación de Penitencia:

penitencia consumada.

  

Avanza la procesión,

como presagio de zambra,

por el Paseo de los Tristes.

Cuesta de El Chapiz.

  •  LLEGADA AL “ PESO DE LA HARINA” : REGRESO A LA ABADÍA:




Aquí termina Granada,

que el Sacromonte aquí empieza.  

Parece que el Cristo habla

y sonríe levemente.

Está llegando a su casa.  

Allá arriba, en el que llaman

Valparaíso, le aguarda

el templo de la Abadía 

del Sacro Monte: su casa. 

La Virgen va más ligera.

Ha llevado hasta Granada

su cariño y su ternura,  

su amor de Madre Sagrada.

Brillan sus ojos: estrellas 

que en su rostro Dios pusiera.  

Va cansada; pero alegre.

Que encendieron las hogueras 

para mostrarle el camino 

y rezar con fuego y leña.

 

Van sonando bulerías,

mientras al Monte la llevan

sus hijos, los costaleros,

y al Cristo las costaleras.

Parece que van exhaustos

pero firmes se enderezan

paso a paso por la cuesta.

Que cuando el amor es grande

las fatigas se aligeran.

  

El Sacro Monte ya es Sacro

de nuevo: que ya contempla

al Cristo de los Gitanos,

el del Consuelo, 

y alberga

a Santísima María

del Sacro Monte en la Iglesia.

He dicho. Muchas gracias

  
"Los Gitanos" en su capilla de la Iglesia de la Abadía del Sacro-Monte.