APUNTES PARA UNA VISITA RÁPIDA
A LA ABADÍA DEL SACRO-MONTE
La Abadía del Sacro-Monte es una de las
instituciones más señeras del patrimonio cultural granadino y andaluz de los
últimos cuatro siglos, cuyo desconocimiento e ignorancia supondría cercenar
parte del legado que las generaciones pasadas nos dejaron.
Desde sus
inicios, esta señera Institución aparece como destacado exponente de la
religiosidad granadina de los siglos XVI-XVII, expresada en torno al culto a
las reliquias de los mártires, a la defensa del dogma de la Inmaculada
Concepción y a la Eucaristía. A lo largo de su historia se ha distinguido,
también, como centro de cultura y de estudios eclesiásticos, literarios y
jurídicos. Lo que ha propiciado la formación de muchos alumnos, entre los que
se hallan personalidades importantes de la política y de las letras españolas.
Una de las
características culturales más relevantes de la
Abadía y del Colegio de San Dionisio Areopagita, por ella fundado y
mantenido durante casi cuatro siglos, fue su estrecha vinculación con la Universidad de Granada. Son numerosísimos los
miembros de la Abadía, que ostentaron cargos académicos, que ocuparon puestos
directivos y de gestión en la Universidad, que fundara el Emperador Carlos V.
Desde los inicios de la Abadía hasta el año 1750, veintinueve de sus miembros,
entre canónigos y antiguos Colegiales salidos de sus aulas, ostentaron el cargo
de Rector. Diecinueve fueron canónigos y diez colegiales: desde el canónigo D.
Pedro Molina, que fue el primero, y lo fue durante tres mandatos (1592, 1595 y
1634), hasta D. José Cózar, que también lo fue por otros tres (1736, 1739 y
1741). A ella pertenecieron nueve de los
Cancilleres de la Universidad granadina, de los que siete fueron canónigos y
dos fueron Colegiales.
Aquí
estudiaron hombres de letras de la España de los cuatro últimos siglos. Basta
citar como muestra, entre otros, al humanista y poeta Juan Varela, a los historiadores D. Justino
Antolinez, primer Abad del Sacro-Monte, que escribió la “Historia Eclesiástica
de Granada”, al humanista y Académico de la Historia D. Juan Cueto
Herrera, historiador de Fernando VI, a
D. Francisco de Viana, miembro numerario de la Real Academia de la Lengua
Española, al matemático D. Antonio Valdivia, etc.
De aquí
salieron formados eminentes personalidades de la política de los pasados
siglos: D. Manuel Colón y Larrátegui, Consejero de Castilla, Duque de Veragua y
Grande de España, D. Francisco Saavedra, Cruz pensionada de Carlos III,
Consejero del Supremo de Guerra y Marina y Ministro de Estado, D. Aureliano
Fernández Guerra, Secretario General del Consejo y Director General de
Instrucción Pública y Académico numerario de la Historia, D. Juan Varela, ya
citado como humanista, Gran Cruz de Carlos III, de Leopoldo de Bélgica, de San
Esteban de Hungría, de la Corona de Italia, Académico de la Historia y de
Ciencias Morales y Políticas, Senador Vitalicio, Ministro Plenipotenciario de
Lisboa, Washington y Bruselas, Embajador de Viena y Consejero y Secretario del
Ministerio de Estado.
Alguien
escribió, en los tiempos de esplendor del Sacro-Monte, que esta Institución
“siempre ha llegado a tiempo, a la hora exacta de todas las citas de la
cultura”.
Aquí
forjaron su honda espiritualidad hombres
de Iglesia como los obispos y mártires Beatos Diego Ventaja y
Manuel Medina Olmos, el también Beato
Nepomuceno Zegrid, fundador de las religiosas de la Consolación; el P. José
Gras y Granollers, fundador de las religiosas Hijas de Cristo Rey; el siervo de
Dios P. Andrés Manjón, y tantos otros.
Aquí han realizado sus estudios preuniversitarios numerosos jóvenes,
como nos lo recuerda en repetidas ocasiones la Asociación de Antiguos Alumnos
del Colegio del Sacro-Monte.
Si los
acontecimientos que aquí tuvieron lugar en la última década del siglo XVI y
primeros años del XVII, y la cuestión de la autenticidad de las reliquias y
escritos que aquí se encontraron, estuvieron envueltos en alguna polémica, no
se puede negar que lo que de ellos se derivó ha sido una ingente obra
religiosa, literaria y cultural, que debemos conservar y de la que debemos
sentirnos orgullosos todos los granadinos.
I. SITUACIÓN GEOGRÁFICA.
La Abadía
del Sacro-Monte está situada en el monte Valparaíso, una de las colinas sobre
las que se asienta la ciudad de Granada, en dirección nordeste y sobre el valle
del río Darro. A ella se accede por el
denominado Camino del Monte o Camino del P. Manjón, en recuerdo del gran
pedagogo profesor de la Universidad de Granada y canónigo, que fue, de esta
Abadía. Camino, que se inicia en el Peso de la Harina, a media altura de la
Cuesta de Chapiz, en el Albaicín, y recorre el famoso barrio del Sacromonte, en
donde abundan las cuevas dedicadas al cante flamenco, tan arraigado en esta
tierra, terminando en la Ermita del Santo Sepulcro, en donde empieza el último
tramo de la ascensión al Sacro Monte. También se puede acceder a ella por la
carretera que baja desde El Fargue, barrio granadino situado en la antigua
carretera de Murcia.
Las antiguas
y austeras edificaciones que forman el conjunto de la Abadía se elevan
majestuosas alternando paisajísticamente, como continuación con el famoso
barrio del Sacromonte, con las musulmanas torres y palacios de la Alhambra y
con las torres mudéjares cristianas del Albaicín, en donde los historiadores
sitúan la Granada (Iliberri) protohistórica, romana y cristiana preislámica.
Descripción
del conjunto.
El
Sacro-Monte está formado en realidad por un conjunto de Instituciones, con
funciones específicas, que han ido surgiendo a lo largo de su historia, y a las
que corresponden otras tantas edificaciones:
Ocupan la
parte este del conjunto. Es el lugar de los hallazgos. Está formadas por un
conjunto de galerías casi subterráneas en las que se construyeron las primeras
edificaciones sacromontanas. En ellas se conserva la primitiva capilla
construida para dar culto a las reliquias de los mártires.
2.
La Abadía.
Está situada en la parte suroeste del conjunto. Incluye la colegiata, el gran patio manierista
y la residencia de los canónigos (s. XVII-XVII). El grandioso proyecto original, que tenía como
referente inmediato El Escorial, fue trazado por el jesuita Pedro Sánchez,
ejecutado por el cantero Ginés Martínez, y encargándose de todo Ambrosio de
Vico, maestro mayor del Arzobispado. Como puede verse en el plano original, que
se conserva en la Abadía, este ambicioso proyecto incluía cuatro patios y una
gran Iglesia. No llegó, sin embargo a realizarse, pues desde el principio se
vio que no había suficiente presupuesto para tan extensa obra. Por ello se optó
por reducirlo ostensiblemente. Sólo se hicieron uno de los patios, la nave sur
y la Iglesia.
3. El Colegio
Viejo de San Dionisio Areopagita (s. XVII).
Desde 1710 la Abadía contó con un seminario propio (Colegio de
Filósofos y Teólogos) y una facultad de Derecho (Colegios de Juristas) bajo el
patrocinio de San Dionisio Areopagita, siendo la primera Facultad universitaria
privada de España. En esta singular Institución educativa convivían
seminaristas y estudiantes seglares de derecho, los cuales compartían filosofía
y lenguas semíticas. Por esta Facultad pasaron, a lo largo de casi cuatro
siglos, jóvenes venidos de todas partes de España y de los países hispano
americanos, entonces pertenecientes a la corana española. De hecho el Colegio
estaba bajo el patrocinio de los monarcas españoles.
Está
situado en el ala noroeste del conjunto. Se trata de una grandiosa construcción
decimonónica dedicada a albergar al colegio sacromontano, primero de Teólogos y
Juristas y, desde mediados del siglo XX, de alumnos de Primera y Segunda
Enseñanza. Contiene dos grandes patios interiores, en torno a los cuales se
estructura el conjunto. Destaca la gran escalera de mármol blanco que da acceso
al mismo desde el patio central de la Abadía. Hoy, tras un devastador incendio
sufrido hace doce años, está semiderruido y esperando pacientemente su
necesaria y urgente rehabilitación.
II.-CONTEXTO HISTÓRICO.
La Abadía del Sacro-Monte, ya lo hemos
señalado, representa uno de los elementos más importantes de nuestro patrimonio
cultural y religioso, imprescindible, además, para comprender la Granada de los
cuatro últimos siglos.
Desde sus orígenes, la Abadía ha sido un
potente foco de reafirmación de la fe y devoción católica en tiempos de
Contrarreforma, manifestada en puntos tan
importantes como la defensa de las tesis concepcionistas, la afirmación
de la catolicidad en torno a las reliquias de los mártires, las manifestaciones
externas barrocas de la devoción popular, la predicación periódica (misiones)
de los canónigos sacromontanos por los diversos pueblos de la provincia, la
disciplina estrictamente tridentina a la que estaban sometidos, tanto canónigos
como colegiales, y, finalmente, el rigor
y altura intelectual de la formación que
se impartía en su Colegio del que salieron grandes e influyentes intelectuales
católicos.
Inicia su andadura histórica en momentos
clave para la historia de Granada y del Reino de España, en los que convergían
temas absoluta trascendencia histórica. Por una parte, estaba el problema
irresoluto de los moriscos granadinos, cuya expulsión parecía irremediable e
inminente, dado que no tenían intención de renunciar abiertamente a su fe
islámica, aceptando la fe católica, lo que era incompatible con la pretendida
unidad del reino en base a la unidad religiosa católica. Por otra parte, el
auge que la reforma católica iba tomando en nuestro suelo desde el Concilio de
Trento (1542-1564), a la que se sumaron decididamente los reyes de España: el
emperador Carlos (1516-1556), Felipe II (1556-1598) y, luego, su hijo Felipe
III (1598 -1621). Reforma que, frente al carácter un tanto iconoclasta del
protestantismo, acentuaba la expresión de la religiosidad popular mediante la
proliferación barroca, de las imágenes y lugares de culto. Todo ello favoreció
la aparición de los denominados “Montes Sacros”, un fenómeno surgido, que,
aunque aparece en Italia a finales del siglo XV inspirados por el franciscano
Bernardino Caimi, tras un viaje a Tierra Santa, alcanza su esplendor en el
barroco (s. XVII), en un contexto de Contrarreforma y allí donde el movimiento
protestante suponía una amenaza para la fe popular. Los Montes Sacros o Sacro- Montes son lugares
elevados, normalmente próximos a centros habitados en los que se construyeron
con un preciso diseño arquitectónico edificios de tipo religioso con el fin de
inculcar desde ellos la fe y las formas de culto católicos. El mismo Concilio
de Trento estableció que algunos lugares de culto ya existentes fueran
transformados para sustraerlos a la religiosidad más espontáneo del pueblo,
juzgada peligrosa porque era difícilmente controlable. Por ello algunos lugares
sacros debieron ser rediseñados didácticamente para ofrecer al pueblo los
contenidos de la fe de un modo coherente y seguro, que evitase las desviaciones
de una piedad popular descontrolada. Recomendación que el arzobispo de
Milán san Carlos Borromeo llevaría cabo,
levantando en toda el área de influencia de la diócesis de Milán numerosos
santuarios, que convertían a algunos lugares elevados en Sacros Montes, de los que todavía existen algunos, como
el Sacro-Monte de Ghiffa, el de Orta, el de Varese, etc.
1.- Los
hallazgos de la Torre Turpiana.
Corrían los primeros días de marzo del año
1588. En Granada se estaba ampliando la tercera nave de la iglesia mayor o
Catedral. El arzobispo D. Juan Méndez mandó derribar la vieja torre
perteneciente a la antigua mezquita mayor nazarí, la denominada Torre Turpiana, que aún se
mantenía en pie. El día 18 de marzo, al derribar una de las losas, los obreros
encontraron una caja de plomo. Tras el consiguiente revuelo en toda la
ciudad, avisada la autoridad eclesiástica,
, al día siguiente, se abre el cofre y se descubre su contenido: una tablilla
con la imagen de la Virgen vestida de egipciana; un lienzo y un hueso pequeño;
unas arenillas de color negro azulado; un pergamino enrollado escrito en árabe;
con unas líneas en latín en las que se leía el nombre de Cecilio, obispo de
Granada. El pergamino contenía una profecía de S. Juan sobre el fin del mundo,
acompañada de un comentario de la misma hecho por san Cecilio, una relación de
Patricio, y el famoso Libro Mudo.
2.- Los hallazgos de Valparaíso.
Entre los meses de febrero a abril del año
1595, siendo nuevo arzobispo de Granada D. Padro de Castro Cabeza de Vaca y Quiñones, natural de Roa
(Burgos), se produjeron nuevos hallazgos, estrechamente relacionados con los de
la Torre Turpiana. Pero esta vez en el Monte Valparaíso, una de las colinas de Granada, sita en el valle del río
Darro, al noreste de la ciudad.
Siguiendo el
rastro de un tesoro, de cuyas noticias era portador, un tal Bastián López,
llega a hasta el monte Ilipulitano (Valparaíso), donde, tras una larga
búsqueda, da con la boca de una caverna con varias galerías. Comunica su
hallazgo a Gaspar de Montoya y, ambos empiezan a excavarlas. Al cabo de algunos días encuentran una lámina de plomo:
Es el inicio del denominado fenómeno del Sacro-Monte.
Los hallazgos encontrados durante el año 1595
en el Monte Valparaíso: Unas láminas de
plomo escritas en latín; cenizas; diversos huesos calcinados; y dieciocho
libros en lengua árabe grabados en diferentes medallones de plomo (los famosos Libros Plúmbeos): Libro
sobre los fundamentos de la Iglesia, escrito con caracteres salomónicos; Libro
sobre la esencia de Dios; Libro de la Misa de Santiago; Catecismo Mayor; Llanto
de San Pedro; Oración de Santiago; Libro de los Hechos de Jesús y María; Libro
de la Historia de la Verdad del
Evangelio; Libro de los galardones de los creyentes; Libro del Coloquio
de María; Libro de las Sentencias de la Ley; Libro de los Hechos de Santiago;
Libro de los Grandes Misterios; Libro del divino poder (1ª Parte); Libro del
divino poder (2ª Parte); Libro de la historia del sello de Salomón; Libro de la
donación del lugar; y Libro de la
naturaleza del ángel.
3.-
Reacciones del pueblo y autoridades de Granada y del Reino de España.
La noticia corre como el rayo por la ciudad
de Granada y por todo el Reino, suscitando admiración entre unos, los más
crédulos, y escepticismo crítico entre otros. Lo que da lugar a la gran
polémica en torno al conjunto de aspectos de este fenómeno o a algunos de ellos.
La credulidad y la religiosidad popular se desbordan. Una mañana aparece
colocada en el monte, que empieza a ser denominado Monte Sacro o Sacro-Monte,
una gran cruz. Este hecho es emulado profusamente por particulares y
corporaciones religiosas, pueblos y provincias de España, llegando a colocarse
hasta 685 cruces. El arzobispo mediante un decreto intenta poner freno a este
fenómeno y manda retirarlas todas,
prohibiendo colocar nuevas cruces. Orden que reitera en repetidas
ocasiones; pero la gente convierte el camino del Monte en camino de estación de
penitencia o vía crucis. Viacrucis que se iniciaba desde la Cuesta del Chapiz
hasta la Ermita del Santo Sepulcro, a los pies del monte. Al año siguiente de
los hallazgos (1596) el arzobispo D. Pedro
de Castro manda edificar una capilla en el lugar de los mismos. Dos años
más tarde, para atender al culto religioso de los peregrinos, el mismo
arzobispo compra por su cuenta el Monte Valparaíso y funda cuatro capellanías,
con sacristán y acólitos. El lugar se convierte en centro de peregrinación.
Cada nuevo descubrimiento es celebrado
profusamente y sirve para consolidar el carácter sagrado de Valparaiso. A él
acuden todos los granadinos: las Órdenes religiosas, la aristocracia y los
simples fieles, las organizaciones corporativas
o gremios de la ciudad y
provincia. Todos ellos intentan dejar constancia de su presencia levantando
cruces en el camino, algunas de ellas monumentales, como lo testimonian las
aún existentes: la de los maestros hiladores de la seda, la de los pañeros de
Iznalloz, la de Santa Fe, la de los ganapanes de Granada, etc. Fueron en total
unas 1200 cruces.
La polémica civil y eclesiástica suscitada
por los hallazgos, la dilucidación la autenticidad de los mismos, tanto de las
reliquias de los mártires como de los libros plúmbeos y otros textos, involucró
a toda Granada, al Rey de España y, por
supuesto, a la Santa Sede. Tras dos reuniones de la Junta de Teólogos,
habidas el 28 de septiembre de 1596 y el 27 de febrero de 1597, el Arzobispo
reúne a la Junta de Calificación, cuya decisión fue ratificar el fallo de los
teólogos. Así en abril de 1600 el arzobispo D. Pedro de Castro declara
auténticas las reliquias de los mártires.
Con una Misa solemne celebrada por él mismo
en el altar de S. Hiscio, el 17 de mayo, se inicia oficialmente el culto a los
mártires del Sacro-Monte, dando así luz verde a la devoción popular y al
establecimiento del monte Valparaíso como lugar sagrado: Sacro-Monte. La Santa
Sede reclamó al Arzobispo los Libros Plúmbeos con el fin de dictaminar sobre la
catolicidad de lo que en ellos se contenía, a lo que D. Pedro de Castro se
resistió enérgicamente. Finalmente fueron enviados a Roma. En 1682, tras un
largo proceso inquisitorio, el Papa Inocencio XI da por buena la sentencia del
Concilio de Granada sobre la autenticidad de las reliquias de los mártires,
pero declara, sin embargo, que el contenido de los citados libro no responde a
la doctrina católica, porque, dice, se trata de “puras ficciones humanas,
fabricadas para arruinar la fe católica”.
En junio de 1596 se construyen dos capillas
más y se amplía la vivienda de los capellanes. El arzobispo tiene la idea de
realizar la construcción de un gran complejo que responda a las necesidades
presentes y futuras y que sea un exponente de la importancia de este lugar, en
el que se incluía una grandiosa de Iglesia Colegial, la vivienda de los
canónigos y un complejo educativo para los teólogos y juristas. La realización
del proyecto se la encarga al jesuita Pedro Sánchez, el cual lo realizó
diligentemente como puede verse en el plano que se conserva en la Abadía.
El 21 de agosto de 1610, con una misa solemne
celebrada por el Arzobispo, se consagra la Iglesia Colegial, dedicada a la
Asunción de María, colocándose en ella el Santísimo y depositándose en hornacinas
situadas a ambos lados del retablo las reliquias de los mártires. En octubre
del mismo año se funda el Colegio de S. Dionisio Areopagita, el cual comenzaría
a funcionar cinco cursos más tarde, concebido como un seminario tridentino, con
la facultad de ordenar de presbíteros a sus colegiales, y se designan los
primeros canónigos, los cuales se rigen por las Constituciones o Reglas
escritas por el mismo arzobispo. En noviembre del mismo año parte D. Pedro de
Castro para Sevilla como arzobispo de dicha ciudad, sucediéndole en Granada
Fray Pedro González de Mendoza. En 1621 son reconocidos los estudios de
Filosofía y Teología cursados en el Sacro-Monte para la obtención de Grados
Académicos – Bachiller, Licenciado y Doctor – en cualquier universidad del Reino
de España. En 1752 se amplía este privilegio para los estudios de Derecho,
tanto civil como eclesiástico. Se abre una Cátedra de Historia eclesiástica. Se
abre una Cátedra de Lenguas Orientales, incluido el árabe. Desde ahora se
denomina Colegio de Teólogos y Juristas el cual se convierte en el centro
privado de Estudios Jurídicos más antiguo de España. Esta situación jurídica y
académica, que posibilitó la formación de personalidades eminentes, fue
suspendida en 1845 por Real Orden del Ministro Gil y Azcárate suprimiendo del
territorio español las enseñanzas privadas, con lo cual el Sacro-Monte pierde
los privilegios académicos de que había venido gozando hasta entonces. Los
denodados esfuerzos del Cabildo sacromontano sólo pudieron lograr la
recuperación de estos privilegios. En 1870 se abren de nuevo las cátedras
correspondientes a la Diplomatura de Jurisprudencia, pero sin derecho a Grados
Académicos. En 1895 se restablece la Facultad de Derecho del Colegio, aunque
exigiéndole unas condiciones académicas muy duras, tendentes a hacerlo depender
de la Universidad Estatal. Durante la
primera mitad del siglo XX se produce una disminución progresiva de los alumnos
de derecho y de la carrera sacerdotal, lo que desembocará en la desaparición de
los estudios universitarios y su transformación en colegio de Primaria y
Secundaria (1940-45). En 1961, por la imposibilidad de seguir manteniendo su
funcionamiento por razones económicas, el Cabildo decide venderlo o alquilarlo.
Siendo finalmente alquilado por la denominada Sociedad Mercantil, la cual lo va
a gestionar durante algunos años hasta que en 1976 se rescinde el contrato con
la misma. Desaparece el Colegio de S. Dionisio o del Sacro-Monte. La Abadía
pierde su única fuente de autofinanciación.
Desde el cierre del colegio la historia del
Sacro-Monte está jalonada de diversas y frustradas tentativas de
rehabilitación y reutilización,
provenientes tanto del Cabildo y del Arzobispado, como de los Antiguos Alumnos
y de algunos particulares. En la actualidad ya existe el Plan Director de toda
la Abadía, estudio exhaustivo de la situación arquitectónica de todo el
conjunto y sus posibilidades de restauración, hecho por prestigiosos técnicos y
subvencionado por el Ministerio correspondiente, paso previo para una futura rehabilitación
de esta señera Institución de la Iglesia granadina.
Por parte del Arzobispo de Granada, ya se
creó y está funcionando el Centro Internacional de Estudios sobre el Oriente
Cristiano (ICSCO), con sede en la Abadía, así como la Asociación de Amigos de
la Abadía, creada recientemente, así como van viendo la luz otras múltiples
iniciativas, cuyo común objetivo último no es otro que la pronta, global y
definitiva puesta en funcionamiento de esta secular Institución.
Pasamos a dar, a modo de apéndice, unas
pinceladas, que puedan ayudar a hacer una rápida visita a esta Institución
granadina. Dividiremos el recorrido en
seis estadios.
Presidiendo la entrada a la placeta exterior
de la Abadía encontramos una arquería, que recuerda a los arcos de triunfo
romanos, compuesta de tres arcos de los
que el del centro presenta mayores dimensiones, con adornos alusivos a la
Institución, como la estrella de Salomón, el escudo del arzobispo Pedro de
Castro y la cruz que remata todo el conjunto.
En la plaza o Compás, a la que se accede por
esta arquería, podemos contemplar la fachada sur del conjunto, a donde dan los
apartamentos de la residencia de canónigos y las Salas Capitulares y la puerta
de la Iglesia de la Colegiata. Siguiendo la fachada en dirección este accedemos
a una explanada de tierra en donde están ubicadas las santas cuevas o
catacumbas. El recinto de las Cuevas está delimitado exteriormente por un muro de
ladrillo con almenas curvilíneas y decorado con estrellas, círculos, flores,
etc., y el escudo del fundador. En esta
plaza podemos admirar el monumento a la maternidad de la Virgen, colocado por
los Caballeros Veinticuatro o Concejales del Ayuntamiento de Granada a finales
del siglo XIX. En la fachada este del conjunto de las Cuevas se ubica la
primitiva entrada a las mismas. Más al norte se encuentra el cementerio de
canónigos, en el que se conserva una magnífica escultura de la Inmaculado de
Pablo de Rojas (s. VXII).
2. El gran patio central y su claustro.
El piso del patio es de canto rodado típico
granadino, el cual contiene diferentes dibujos simbólicos y representativos de
los diferentes continentes. En su centro se ubica una gran fuente, frecuentada
asiduamente por palomas.
3. El Museo.
Se puede decir, sin exagerar, que toda la Abadía es un museo, pues
hay obras de arte distribuidas por todas las dependencias, pasillos y rincones
de la misma. Sin embargo desde el año 1928, el Sacro-Monte dispuso de un museo,
de medianas dimensiones y ubicado en los bajos de la parte norte del gran
patio, en el que se exhibía una parte de su patrimonio artístico y documental.
Aunque, por razones de acondicionamiento del local, durante muchos años estuvo
ubicado en la zona sur dedicada a la residencia de canónigos, en las
denominadas Salas Capitulares, porque era allí donde tradicionalmente se
celebraban los denominados “Capítulos” o reuniones institucionales del Cabildo,
junto al despacho del Abad. Se accede a ellas desde el patio a través de un
zaguán al que se abre una interesante puerta de madera tallada al estilo
barroco, la cual presenta, entre otros adornos, un gran medallón policromado
con el escudo del Fundador.
Desde hace unos
años el primitivo museo se ha reabierto, con la colaboración del Ayuntamiento
de Granada, la Consejería de Turismo, la Fundación Albaicín ,
el Plan de Turismo Granada y la
Federación de Hostelería, y, esta vez, siguiendo criterios museísticos
modernos.
Se compone de tres hermosas salas:
La Sala II está dedicada a la egregia figura de D. Pedro de Castro,
fundador del Sacro-Monte, su correspondencia con Papa y con el Rey, su
testamento, las constituciones de la Abadía, su sitial y algunas obras de arte de su propiedad.
La Sala III exhibe
muestras de la espiritualidad eucarística y mariana, los dos pilares religiosos
de la Abadía. Además de preciosas y cuidadas obras de orfebrería, un magnífico
tabernáculo y documentación sobre el debate inmaculista, se exponen obras
maestras de pintores como Duque Cornejo, Ruisueño, Raxis, Sánchez Cotán, etc.
Todo ello en la más genuina línea barroca.
La Sala IV y última muestra las huellas de la historia docente y
patrimonio documental de esta cuatro veces centenaria: retratos de antiguos
alumnos famosos, alguno pintado por Goya; una colección de libros incunables,
entre los que destaca un manuscrito árabe de Averroes, un manuscrito de san
Juan de la Cruz, etc., etc.
4. La
sacristía.
La Sacristía es de planta rectangular. En ella destaca una mesa de
cálices del siglo XVII y de estilo florentino con incrustaciones de mármol y de
piedras semipreciosas. Posee numerosas cajoneras de diversos tamaños, donde se
guarda parte del rico ajuar litúrgico bordado en oro y plata. Como remate de
éstas, junto a los muros, entre estípites, se ubican numerosas y diminutas
láminas rectangulares con pinturas al óleo pertenecientes a la escuela
granadina del siglo XVII, de temas religiosos realizadas sobre cobre, y que
alternan con otras ovaladas con espejos antiguos. Sobre una de estas cajoneras
hay un manifestador, que alberga una imagen del Niño Jesús ataviado como "Buen Pastor"
(vaciado en plomo) de Martínez Montañés, mientras que en el muro de enfrente se
exhibe un Crucifijo de Pablo de Rojas acompañado por sendos cuadros de la
escuela granadina: uno representa el Sacrificio de Isaac, y el otro a la Virgen
con el Niño. En las cajoneras y armarios se guardan numerosas casullas, capas
pluviales y estolas de todos los colores litúrgicos ricamente bordadas. En unas
alacenas se guardan los cálices, custodias,
porta-paces, cruces y báculos procesionales.
4. La iglesia colegiata.
La colegiata, o
iglesia colegial, fue fundada en 1607 por el Arzobispo de Granada D. Pedro
Castro y dedicada a la Asunción de la Virgen.
Su construcción se realizó en varias etapas. Primeramente, s XVII, se proyectó con una estrecha y única nave, la
cual remataba en el crucero. En el siglo XVIII se transformó su planta, pasando
a ser de cruz latina, con tras naves, una central y dos laterales de menor
altura, crucero y capilla mayor, además de un coro en alto a los pies de la
nave central. La sillería de del coro fue realizada por Francisco Días del Rivero
entre 1615-1617.
La nave central se
cubre con bóvedas de cañón, mientras que las laterales lo hacen con bóvedas de
arista, que se abren a la central con arcos de medio punto. Sobre el crucero
hay una cúpula, cuyas pechinas se adornan
con el escudo de D. Pedro de Castro. Toda la iglesia
presenta exuberante decoración mediante lienzos, esculturas y retablos.
El testero de la
Capilla Mayor, de forma semicircular, está cubierto completamente con un gran retablo atribuido Duque Cornejo
o a Blas Moreno (1743). Presenta un solo
cuerpo y tres calles, separadas mediante estípites, de las cuales la central
alberga un manifestador a cuyos pies se ubica un magnífico sagrario de plata,
mientras que las laterales presentan esculturas de los mártires, situadas encima
de sendos relicarios, que contienen las sagradas cenizas. La cornisa se rompe por un gran medallón con
relieve de la Asunción, titular de la iglesia. Todo el retablo queda rematado
por un relieve de la Santísima Trinidad rodeada de los Apóstoles.
El crucero
presenta dos retablos laterales, ambos de la misma estructura, consistente en
un único cuerpo y ático. En las hornacinas ostentan sendas estatuas, de la
Inmaculada, el de la izquierda y de San José con el Niño el de la derecha. En
el ático hay medallón ovalado con figuras de santo, uno, y del Niño Jesús, el otro.
A los pies de la
nave lateral derecha se abre la antigua capilla del Sagrario, construida en
1897. Presenta un estilo diferente al resto del conjunto. En la actualidad está dedicada a los
Titulares de la Cofradía de Los Gitanos: el Santísimo Cristo del Consuelo y
María Santísima del Sacro-Monte. El Cristo es un Crucifijo tallado por José
Risueño en 1695; la Virgen es una Dolorosa,
obra de los hermanos González de finales del siglo XVIII.
Junto al altar
mayor se abren dos capillas, una de ellas, de pequeñas dimensiones, que alberga
el mausoleo del fundador, D. Pedro de Castro, con escultura en actitud orante. A la izquierda del altar
mayor se abre un pasillo que conduce a
la Sacristía.
5. Las Santas
Cuevas.
Las Santas Cuevas
constituyen el corazón del Sacro-Monte. En ellas si sitúa el lugar de los
hallazgos, que le dieron lugar, y en ellas se iniciaron las obras que
desembocarían en el complejo arquitectónico que ha llegado hasta nosotros.
Las obras de destierre, reforzamiento y
adecentamiento de las galerías se realizaron entre 1595 y 1598. Se construyeron
las diferentes capillas y se procedió a
cerrar el conjunto. Se ubicó la entrada por el lado este, dando acceso, en
primer lugar, a la capilla de Santiago, de planta que recuerda las basílicas
paleocristianas. Hoy se utiliza como puerta de salida de los visitantes.
En la actualidad
se entra en las Cuevas por una capilla rectangular que hace de pórtico al
conjunto. Esta capilla está presidida por un gran Crucifijo, réplica sacada por
puntos del Cristo del Consuelo de Risueño, realizada en 1987 por Miguel de
Zúñiga. En el centro de la misma se ubica la pila bautismal. A la derecha está
la entraba por donde se desciende a las Cuevas, a cuyos lados, además,
encontramos dos escaleras ascendientes que conducen a un altar y dos vitrinas
que guardan dos figuras de cera con las reliquias de los mártires Víctor y
Leoncio, traídas de Roma en 1843, para compensar el vacío que había dejado en
la Abadía el traslado forzoso de los Libros Plúmbeos.
Descendiendo por
la esclarea antes mencionada, nos encontramos con la primera galería de las
cuevas, que se conservan todavía con la estructura original. Así las describía,
en castellano de la época, Justino Antolínez
de Burgos, Vicario General del Arzobispo D. Pedro de Castro y primer Abad del
Sacro-Monte: “Estiéndense las cavernas,
atravesando el monte de poniente a oriente, ochenta y quatro passos. La entrada
de las cavernas mira a la ciudad de Granada, y es una mina estrecha de cuarenta
pies. Báxase a ella por una escalera de nueve escalones. La puerta la labró
la naturaleza, formándola de tres piedras muy grandes y toscas que le sirven de
zimbra y arco. A esta mina succede una cueva aobada de diez y seys pies de
ancho, que labró el arçobispo, guardando la forma que antes tenía, para
assegurar no se hundiessen las demás cavernas.
Dende esta cueva aobada se comiençan a visitar los lugares sanctos;
porque a mano derecha hay una caverna y, entrando en ella, a quatro passos,
está el horno o calera en que fue martyrizado S. Hiscio y sus discípulos, de
donde sacó el arçobispo las massas blancas que oy tan devidamente se veneran. A
mano izquierda ay una entrada estrecha, y a diez passos se se descubre otra
caverna algo espaciosa, y el horno en que se hallaron los huessos quemados que
refiere la lámina [...]
Tienen estas cavernas tres minas muy angostas; por una de ellas se
comunican en que manifestó nuestro Señor los libros <> y <> y la lámina de S. Cecilio. En
la caverna donde se descubrió el libro
<> está una piedra muy grande,
triangular, debaxo de la qual, en un hueco, tuvo nuestro Señor encerrado más de
mil y quinientos años este precioso tesoro. En la ceverna en que apareció la
lámina de S. Cecilio y libro de <>, labró el
arçobispo un cuerpecito de Iglesia con traza y forma que tenían los ramos de
las mesmas cavernas, excepto que ellos eran muy baxos, tanto que apenas se podía
entrar por ellos, y oy está de suerte (guardando la proporción antigua) que se
pueden muy bien andar.
En esta caverna ay un altar con una imagen de la limpia Concepción de
nuestra Señora. Está en el sitio y lugar donde se descubrió la lámina de S.
Cecilio. Detrás deste altar está una piedra grande, debaxo de la cual se halló
el libro de la <>. Está metido en una cuevezilla
que sirve para que se eche de ver de la suerte que estaba esta caverna antes de
que se desbaratasse.
Tiene esta Iglesia su puerta al barranco del oriente, y por ella se
comunica sin trabajo ninguno la caverna <>.
Por esta parte quemira al barranco se dio principio al descubrimiento de todas
las cuevas, y lo último que se descubrió fue la mina y la puerta por donde oy
se visitan.
Ay en estas cavernas tres altares: la caverna de S. Cecilio,
<>, horno de S. Hiscio.” ( ANTOLÍNEZ DE BURGOS, J., Ystoria de Granada, manuscrito firmado el día cinco de agosto de
mil seiscientos once).
La capillita denominada horno de san Cecilio
presenta un pequeño busto de San Cecilio y la Cruz, que, según la tradición,
portaba San Juan de Dios cuando pedía limosna por Granada.
La Capilla de
Santiago, en donde, según la tradición, celebraría el Apóstol su primera misa
en la Península Ibérica, tiene un retablo de fines del siglo XVII. En el centro del altar hay una Inmaculada,
obra de Duque Cornejo, flanqueada por las figuras de Santa Lucía y Santa
Teresa.
[Nota del autor (Federico Rodríguez Ratia): Este artículo y
reportaje gráfico, hoy ligeramente modificado y actualizado por el mismo autor,
fue publicado en la revista “Colegio del Sacro-Monte. Boletín
informativo", Nº 8, diciembre 2008, que edita la Asociación de Antiguos
Alumnos del antiguo Colegio de la Abadía.]