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26 de septiembre de 2016

ENTR. 58 > PAPELES DE MI BARGUEÑO_4: Apuntes para una visita rápida a la Abadía del Sacro-Monte de Granada.




APUNTES PARA UNA VISITA RÁPIDA
A LA ABADÍA DEL SACRO-MONTE 
La Abadía del Sacro-Monte es una de las instituciones más señeras del patrimonio cultural granadino y andaluz de los últimos cuatro siglos, cuyo desconocimiento e ignorancia supondría cercenar parte del legado que las generaciones pasadas nos dejaron.
Desde sus inicios, esta señera Institución aparece como destacado exponente de la religiosidad granadina de los siglos XVI-XVII, expresada en torno al culto a las reliquias de los mártires, a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción y a la Eucaristía. A lo largo de su historia se ha distinguido, también, como centro de cultura y de estudios eclesiásticos, literarios y jurídicos. Lo que ha propiciado la formación de muchos alumnos, entre los que se hallan personalidades importantes de la política y de las letras españolas.
Una de las características culturales más relevantes de la  Abadía y del Colegio de San Dionisio Areopagita, por ella fundado y mantenido durante casi cuatro siglos, fue su estrecha vinculación con la  Universidad de Granada. Son numerosísimos los miembros de la Abadía, que ostentaron cargos académicos, que ocuparon puestos directivos y de gestión en la Universidad, que fundara el Emperador Carlos V. Desde los inicios de la Abadía hasta el año 1750, veintinueve de sus miembros, entre canónigos y antiguos Colegiales salidos de sus aulas, ostentaron el cargo de Rector. Diecinueve fueron canónigos y diez colegiales: desde el canónigo D. Pedro Molina, que fue el primero, y lo fue durante tres mandatos (1592, 1595 y 1634), hasta D. José Cózar, que también lo fue por otros tres (1736, 1739 y 1741).  A ella pertenecieron nueve de los Cancilleres de la Universidad granadina, de los que siete fueron canónigos y dos fueron Colegiales.
Aquí estudiaron hombres de letras de la España de los cuatro últimos siglos. Basta citar como muestra, entre otros, al humanista y poeta Juan  Varela, a los historiadores D. Justino Antolinez, primer Abad del Sacro-Monte, que escribió la “Historia Eclesiástica de Granada”, al humanista y Académico de la Historia D. Juan Cueto Herrera,  historiador de Fernando VI, a D. Francisco de Viana, miembro numerario de la Real Academia de la Lengua Española, al matemático D. Antonio Valdivia, etc.
De aquí salieron formados eminentes personalidades de la política de los pasados siglos: D. Manuel Colón y Larrátegui, Consejero de Castilla, Duque de Veragua y Grande de España, D. Francisco Saavedra, Cruz pensionada de Carlos III, Consejero del Supremo de Guerra y Marina y Ministro de Estado, D. Aureliano Fernández Guerra, Secretario General del Consejo y Director General de Instrucción Pública y Académico numerario de la Historia, D. Juan Varela, ya citado como humanista, Gran Cruz de Carlos III, de Leopoldo de Bélgica, de San Esteban de Hungría, de la Corona de Italia, Académico de la Historia y de Ciencias Morales y Políticas, Senador Vitalicio, Ministro Plenipotenciario de Lisboa, Washington y Bruselas, Embajador de Viena y Consejero y Secretario del Ministerio de Estado.
Alguien escribió, en los tiempos de esplendor del Sacro-Monte, que esta Institución “siempre ha llegado a tiempo, a la hora exacta de todas las citas de la cultura”.
Aquí forjaron su honda espiritualidad hombres  de Iglesia como los obispos y mártires Beatos Diego Ventaja y Manuel  Medina Olmos, el también Beato Nepomuceno Zegrid, fundador de las religiosas de la Consolación; el P. José Gras y Granollers, fundador de las religiosas Hijas de Cristo Rey; el siervo de Dios P. Andrés Manjón, y tantos otros.  Aquí han realizado sus estudios preuniversitarios numerosos jóvenes, como nos lo recuerda en repetidas ocasiones la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio del Sacro-Monte.
Si los acontecimientos que aquí tuvieron lugar en la última década del siglo XVI y primeros años del XVII, y la cuestión de la autenticidad de las reliquias y escritos que aquí se encontraron, estuvieron envueltos en alguna polémica, no se puede negar que lo que de ellos se derivó ha sido una ingente obra religiosa, literaria y cultural, que debemos conservar y de la que debemos sentirnos orgullosos todos los granadinos.
I.  SITUACIÓN GEOGRÁFICA.


La Abadía del Sacro-Monte está situada en el monte Valparaíso, una de las colinas sobre las que se asienta la ciudad de Granada, en dirección nordeste y sobre el valle del río Darro.  A ella se accede por el denominado Camino del Monte o Camino del P. Manjón, en recuerdo del gran pedagogo profesor de la Universidad de Granada y canónigo, que fue, de esta Abadía. Camino, que se inicia en el Peso de la Harina, a media altura de la Cuesta de Chapiz, en el Albaicín, y recorre el famoso barrio del Sacromonte, en donde abundan las cuevas dedicadas al cante flamenco, tan arraigado en esta tierra, terminando en la Ermita del Santo Sepulcro, en donde empieza el último tramo de la ascensión al Sacro Monte. También se puede acceder a ella por la carretera que baja desde El Fargue, barrio granadino situado en la antigua carretera de Murcia.
Las antiguas y austeras edificaciones que forman el conjunto de la Abadía se elevan majestuosas alternando paisajísticamente, como continuación con el famoso barrio del Sacromonte, con las musulmanas torres y palacios de la Alhambra y con las torres mudéjares cristianas del Albaicín, en donde los historiadores sitúan la Granada (Iliberri) protohistórica, romana y cristiana preislámica.
Descripción del conjunto.              
                 
El Sacro-Monte está formado en realidad por un conjunto de Instituciones, con funciones específicas, que han ido surgiendo a lo largo de su historia, y a las que corresponden otras tantas edificaciones:
1. Las Santas Cuevas o Catacumbas (s. XVI).

         Ocupan la parte este del conjunto. Es el lugar de los hallazgos. Está formadas por un conjunto de galerías casi subterráneas en las que se construyeron las primeras edificaciones sacromontanas. En ellas se conserva la primitiva capilla construida para dar culto a las reliquias de los mártires.
2.     La Abadía.



Está situada en la parte suroeste del conjunto. Incluye la colegiata, el gran patio manierista y la residencia de los canónigos (s. XVII-XVII). El grandioso proyecto original, que tenía como referente inmediato El Escorial, fue trazado por el jesuita Pedro Sánchez, ejecutado por el cantero Ginés Martínez, y encargándose de todo Ambrosio de Vico, maestro mayor del Arzobispado. Como puede verse en el plano original, que se conserva en la Abadía, este ambicioso proyecto incluía cuatro patios y una gran Iglesia. No llegó, sin embargo a realizarse, pues desde el principio se vio que no había suficiente presupuesto para tan extensa obra. Por ello se optó por reducirlo ostensiblemente. Sólo se hicieron uno de los patios, la nave sur y la Iglesia.
3. El Colegio Viejo de San Dionisio Areopagita (s. XVII).



Desde 1710 la Abadía contó con un seminario propio (Colegio de Filósofos y Teólogos) y una facultad de Derecho (Colegios de Juristas) bajo el patrocinio de San Dionisio Areopagita, siendo la primera Facultad universitaria privada de España. En esta singular Institución educativa convivían seminaristas y estudiantes seglares de derecho, los cuales compartían filosofía y lenguas semíticas. Por esta Facultad pasaron, a lo largo de casi cuatro siglos, jóvenes venidos de todas partes de España y de los países hispano americanos, entonces pertenecientes a la corana española. De hecho el Colegio estaba bajo el patrocinio de los monarcas españoles.
 4.     El Colegio Nuevo (s. XIX).



        Está situado en el ala noroeste del conjunto. Se trata de una grandiosa construcción decimonónica dedicada a albergar al colegio sacromontano, primero de Teólogos y Juristas y, desde mediados del siglo XX, de alumnos de Primera y Segunda Enseñanza. Contiene dos grandes patios interiores, en torno a los cuales se estructura el conjunto. Destaca la gran escalera de mármol blanco que da acceso al mismo desde el patio central de la Abadía. Hoy, tras un devastador incendio sufrido hace doce años, está semiderruido y esperando pacientemente su necesaria y urgente rehabilitación.
II.-CONTEXTO HISTÓRICO.
La Abadía del Sacro-Monte, ya lo hemos señalado, representa uno de los elementos más importantes de nuestro patrimonio cultural y religioso, imprescindible, además, para comprender la Granada de los cuatro últimos siglos. 
Desde sus orígenes, la Abadía ha sido un potente foco de reafirmación de la fe y devoción católica en tiempos de Contrarreforma, manifestada en puntos tan  importantes como la defensa de las tesis concepcionistas, la afirmación de la catolicidad en torno a las reliquias de los mártires, las manifestaciones externas barrocas de la devoción popular, la predicación periódica (misiones) de los canónigos sacromontanos por los diversos pueblos de la provincia, la disciplina estrictamente tridentina a la que estaban sometidos, tanto canónigos como  colegiales, y, finalmente, el rigor y altura  intelectual de la formación que se impartía en su Colegio del que salieron grandes e influyentes intelectuales católicos.
Inicia su andadura histórica en momentos clave para la historia de Granada y del Reino de España, en los que convergían temas absoluta trascendencia histórica. Por una parte, estaba el problema irresoluto de los moriscos granadinos, cuya expulsión parecía irremediable e inminente, dado que no tenían intención de renunciar abiertamente a su fe islámica, aceptando la fe católica, lo que era incompatible con la pretendida unidad del reino en base a la unidad religiosa católica. Por otra parte, el auge que la reforma católica iba tomando en nuestro suelo desde el Concilio de Trento (1542-1564), a la que se sumaron decididamente los reyes de España: el emperador Carlos (1516-1556), Felipe II (1556-1598) y, luego, su hijo Felipe III (1598 -1621). Reforma que, frente al carácter un tanto iconoclasta del protestantismo, acentuaba la expresión de la religiosidad popular mediante la proliferación barroca, de las imágenes y lugares de culto. Todo ello favoreció la aparición de los denominados “Montes Sacros”, un fenómeno surgido, que, aunque aparece en Italia a finales del siglo XV inspirados por el franciscano Bernardino Caimi, tras un viaje a Tierra Santa, alcanza su esplendor en el barroco (s. XVII), en un contexto de Contrarreforma y allí donde el movimiento protestante suponía una amenaza para la fe popular.  Los Montes Sacros o Sacro- Montes son lugares elevados, normalmente próximos a centros habitados en los que se construyeron con un preciso diseño arquitectónico edificios de tipo religioso con el fin de inculcar desde ellos la fe y las formas de culto católicos. El mismo Concilio de Trento estableció que algunos lugares de culto ya existentes fueran transformados para sustraerlos a la religiosidad más espontáneo del pueblo, juzgada peligrosa porque era difícilmente controlable. Por ello algunos lugares sacros debieron ser rediseñados didácticamente para ofrecer al pueblo los contenidos de la fe de un modo coherente y seguro, que evitase las desviaciones de una piedad popular descontrolada. Recomendación que el arzobispo de Milán  san Carlos Borromeo llevaría cabo, levantando en toda el área de influencia de la diócesis de Milán numerosos santuarios, que convertían a algunos lugares elevados en Sacros Montes,  de los que todavía existen algunos, como el  Sacro-Monte de Ghiffa, el de Orta, el de Varese, etc.  
1.- Los hallazgos de la Torre Turpiana.
Corrían los primeros días de marzo del año 1588. En Granada se estaba ampliando la tercera nave de la iglesia mayor o Catedral. El arzobispo D. Juan Méndez mandó derribar la vieja torre perteneciente a la antigua mezquita mayor nazarí,  la denominada Torre Turpiana, que aún se mantenía en pie. El día 18 de marzo, al derribar una de las losas, los obreros encontraron una caja de plomo. Tras el consiguiente revuelo en toda la ciudad,  avisada la autoridad eclesiástica, , al día siguiente, se abre el cofre y se descubre su contenido: una tablilla con la imagen de la Virgen vestida de egipciana; un lienzo y un hueso pequeño; unas arenillas de color negro azulado; un pergamino enrollado escrito en árabe; con unas líneas en latín en las que se leía el nombre de Cecilio, obispo de Granada. El pergamino contenía una profecía de S. Juan sobre el fin del mundo, acompañada de un comentario de la misma hecho por san Cecilio, una relación de Patricio, y el famoso Libro Mudo.
 2.- Los hallazgos de Valparaíso.
Entre los meses de febrero a abril del año 1595, siendo nuevo arzobispo de Granada D. Padro de Castro  Cabeza de Vaca y Quiñones, natural de Roa (Burgos), se produjeron nuevos hallazgos, estrechamente relacionados con los de la Torre Turpiana. Pero esta vez en el Monte Valparaíso, una de las  colinas de Granada, sita en el valle del río Darro,  al noreste de la ciudad.
Siguiendo el rastro de un tesoro, de cuyas noticias era portador, un tal Bastián López, llega a hasta el monte Ilipulitano (Valparaíso), donde, tras una larga búsqueda, da con la boca de una caverna con varias galerías. Comunica su hallazgo a Gaspar de Montoya y, ambos empiezan a excavarlas. Al cabo de  algunos días encuentran una lámina de plomo: Es el inicio del denominado fenómeno del Sacro-Monte.
Los hallazgos encontrados durante el año 1595 en el Monte Valparaíso:  Unas láminas de plomo escritas en latín; cenizas; diversos huesos calcinados; y dieciocho libros en lengua árabe grabados en diferentes medallones de plomo (los famosos Libros Plúmbeos): Libro sobre los fundamentos de la Iglesia, escrito con caracteres salomónicos; Libro sobre la esencia de Dios; Libro de la Misa de Santiago; Catecismo Mayor; Llanto de San Pedro; Oración de Santiago; Libro de los Hechos de Jesús y María; Libro de la Historia de la Verdad del  Evangelio; Libro de los galardones de los creyentes; Libro del Coloquio de María; Libro de las Sentencias de la Ley; Libro de los Hechos de Santiago; Libro de los Grandes Misterios; Libro del divino poder (1ª Parte); Libro del divino poder (2ª Parte); Libro de la historia del sello de Salomón; Libro de la donación del lugar;  y Libro de la naturaleza del ángel.
3.- Reacciones del pueblo y autoridades de Granada y del Reino de España.
La noticia corre como el rayo por la ciudad de Granada y por todo el Reino, suscitando admiración entre unos, los más crédulos, y escepticismo crítico entre otros. Lo que da lugar a la gran polémica en torno al conjunto de aspectos de este fenómeno o a algunos de ellos. La credulidad y la religiosidad popular se desbordan. Una mañana aparece colocada en el monte, que empieza a ser denominado Monte Sacro o Sacro-Monte, una gran cruz. Este hecho es emulado profusamente por particulares y corporaciones religiosas, pueblos y provincias de España, llegando a colocarse hasta 685 cruces. El arzobispo mediante un decreto intenta poner freno a este fenómeno y manda retirarlas todas,  prohibiendo colocar nuevas cruces. Orden que reitera en repetidas ocasiones; pero la gente convierte el camino del Monte en camino de estación de penitencia o vía crucis. Viacrucis que se iniciaba desde la Cuesta del Chapiz hasta la Ermita del Santo Sepulcro, a los pies del monte. Al año siguiente de los hallazgos (1596) el arzobispo D. Pedro  de Castro manda edificar una capilla en el lugar de los mismos. Dos años más tarde, para atender al culto religioso de los peregrinos, el mismo arzobispo compra por su cuenta el Monte Valparaíso y funda cuatro capellanías, con sacristán y acólitos. El lugar se convierte en centro de peregrinación.
Cada nuevo descubrimiento es celebrado profusamente y sirve para consolidar el carácter sagrado de Valparaiso. A él acuden todos los granadinos: las Órdenes religiosas, la aristocracia y los simples fieles, las organizaciones corporativas  o  gremios de la ciudad y provincia. Todos ellos intentan dejar constancia de su presencia levantando cruces en el camino, algunas de ellas monumentales, como lo testimonian las aún  existentes: la de los maestros  hiladores de la seda, la de los pañeros de Iznalloz, la de Santa Fe, la de los ganapanes de Granada, etc. Fueron en total unas 1200 cruces.
La polémica civil y eclesiástica suscitada por los hallazgos, la dilucidación la autenticidad de los mismos, tanto de las reliquias de los mártires como de los libros plúmbeos y otros textos, involucró a toda Granada, al Rey de España  y, por supuesto,  a la Santa Sede.  Tras dos reuniones de la Junta de Teólogos, habidas el 28 de septiembre de 1596 y el 27 de febrero de 1597, el Arzobispo reúne a la Junta de Calificación, cuya decisión fue ratificar el fallo de los teólogos. Así en abril de 1600 el arzobispo D. Pedro de Castro declara auténticas las reliquias de los mártires.
Con una Misa solemne celebrada por él mismo en el altar de S. Hiscio, el 17 de mayo, se inicia oficialmente el culto a los mártires del Sacro-Monte, dando así luz verde a la devoción popular y al establecimiento del monte Valparaíso como lugar sagrado: Sacro-Monte. La Santa Sede reclamó al Arzobispo los Libros Plúmbeos con el fin de dictaminar sobre la catolicidad de lo que en ellos se contenía, a lo que D. Pedro de Castro se resistió enérgicamente. Finalmente fueron enviados a Roma. En 1682, tras un largo proceso inquisitorio, el Papa Inocencio XI da por buena la sentencia del Concilio de Granada sobre la autenticidad de las reliquias de los mártires, pero declara, sin embargo, que el contenido de los citados libro no responde a la doctrina católica, porque, dice, se trata de “puras ficciones humanas, fabricadas para arruinar la fe católica”.
En junio de 1596 se construyen dos capillas más y se amplía la vivienda de los capellanes. El arzobispo tiene la idea de realizar la construcción de un gran complejo que responda a las necesidades presentes y futuras y que sea un exponente de la importancia de este lugar, en el que se incluía una grandiosa de Iglesia Colegial, la vivienda de los canónigos y un complejo educativo para los teólogos y juristas. La realización del proyecto se la encarga al jesuita Pedro Sánchez, el cual lo realizó diligentemente como puede verse en el plano que se conserva en la Abadía. 
El 21 de agosto de 1610, con una misa solemne celebrada por el Arzobispo, se consagra la Iglesia Colegial, dedicada a la Asunción de María, colocándose en ella el Santísimo y depositándose en hornacinas situadas a ambos lados del retablo las reliquias de los mártires. En octubre del mismo año se funda el Colegio de S. Dionisio Areopagita, el cual comenzaría a funcionar cinco cursos más tarde, concebido como un seminario tridentino, con la facultad de ordenar de presbíteros a sus colegiales, y se designan los primeros canónigos, los cuales se rigen por las Constituciones o Reglas escritas por el mismo arzobispo. En noviembre del mismo año parte D. Pedro de Castro para Sevilla como arzobispo de dicha ciudad, sucediéndole en Granada Fray Pedro González de Mendoza. En 1621 son reconocidos los estudios de Filosofía y Teología cursados en el Sacro-Monte para la obtención de Grados Académicos – Bachiller, Licenciado y Doctor – en cualquier universidad del Reino de España. En 1752 se amplía este privilegio para los estudios de Derecho, tanto civil como eclesiástico. Se abre una Cátedra de Historia eclesiástica. Se abre una Cátedra de Lenguas Orientales, incluido el árabe. Desde ahora se denomina Colegio de Teólogos y Juristas el cual se convierte en el centro privado de Estudios Jurídicos más antiguo de España. Esta situación jurídica y académica, que posibilitó la formación de personalidades eminentes, fue suspendida en 1845 por Real Orden del Ministro Gil y Azcárate suprimiendo del territorio español las enseñanzas privadas, con lo cual el Sacro-Monte pierde los privilegios académicos de que había venido gozando hasta entonces. Los denodados esfuerzos del Cabildo sacromontano sólo pudieron lograr la recuperación de estos privilegios. En 1870 se abren de nuevo las cátedras correspondientes a la Diplomatura de Jurisprudencia, pero sin derecho a Grados Académicos. En 1895 se restablece la Facultad de Derecho del Colegio, aunque exigiéndole unas condiciones académicas muy duras, tendentes a hacerlo depender de la Universidad Estatal.  Durante la primera mitad del siglo XX se produce una disminución progresiva de los alumnos de derecho y de la carrera sacerdotal, lo que desembocará en la desaparición de los estudios universitarios y su transformación en colegio de Primaria y Secundaria (1940-45). En 1961, por la imposibilidad de seguir manteniendo su funcionamiento por razones económicas, el Cabildo decide venderlo o alquilarlo. Siendo finalmente alquilado por la denominada Sociedad Mercantil, la cual lo va a gestionar durante algunos años hasta que en 1976 se rescinde el contrato con la misma. Desaparece el Colegio de S. Dionisio o del Sacro-Monte. La Abadía pierde su única fuente de autofinanciación.
Desde el cierre del colegio la historia del Sacro-Monte está jalonada de diversas y frustradas tentativas de rehabilitación  y reutilización, provenientes tanto del Cabildo y del Arzobispado, como de los Antiguos Alumnos y de algunos particulares. En la actualidad ya existe el Plan Director de toda la Abadía, estudio exhaustivo de la situación arquitectónica de todo el conjunto y sus posibilidades de restauración, hecho por prestigiosos técnicos y subvencionado por el Ministerio correspondiente, paso previo para una futura rehabilitación de esta señera Institución de la Iglesia granadina.
Por parte del Arzobispo de Granada, ya se creó y está funcionando el Centro Internacional de Estudios sobre el Oriente Cristiano (ICSCO), con sede en la Abadía, así como la Asociación de Amigos de la Abadía, creada recientemente, así como van viendo la luz otras múltiples iniciativas, cuyo común objetivo último no es otro que la pronta, global y definitiva puesta en funcionamiento de esta secular Institución. 
III.- VISITA RÁPIDA AL CONJUNTO.
Pasamos a dar, a modo de apéndice, unas pinceladas, que puedan ayudar a hacer una rápida visita a esta Institución granadina. Dividiremos el recorrido en  seis estadios.
 1.  Exteriores y vistas panorámicas.

Presidiendo la entrada a la placeta exterior de la Abadía encontramos una arquería, que recuerda a los arcos de triunfo romanos,   compuesta de tres arcos de los que el del centro presenta mayores dimensiones, con adornos alusivos a la Institución, como la estrella de Salomón, el escudo del arzobispo Pedro de Castro y la cruz que remata todo el conjunto.
En la plaza o Compás, a la que se accede por esta arquería, podemos contemplar la fachada sur del conjunto, a donde dan los apartamentos de la residencia de canónigos y las Salas Capitulares y la puerta de la Iglesia de la Colegiata. Siguiendo la fachada en dirección este accedemos a una explanada de tierra en donde están ubicadas las santas cuevas o catacumbas. El recinto de las Cuevas está delimitado exteriormente por un muro de ladrillo con almenas curvilíneas y decorado con estrellas, círculos, flores, etc., y el escudo del fundador. En esta plaza podemos admirar el monumento a la maternidad de la Virgen, colocado por los Caballeros Veinticuatro o Concejales del Ayuntamiento de Granada a finales del siglo XIX. En la fachada este del conjunto de las Cuevas se ubica la primitiva entrada a las mismas. Más al norte se encuentra el cementerio de canónigos, en el que se conserva una magnífica escultura de la Inmaculado de Pablo de Rojas (s. VXII).
2. El gran patio central y su claustro.


 Iniciamos nuestra visita por el gran patio, de estilo manierista, el cual destaca de todo el conjunto por su grandiosidad y magnificencia. Jalonan sus cuatro lados otras tantas galerías con columnas de estilo toscano. Sobre ellas descansan magníficos arcos de medio punto moldurados, cuyas claves están adornadas con ménsulas. En los espacios entre los arcos (enjutas) podemos observar diferentes soluciones decorativas, las cuales alternan entre tondos y motivos decorativos, como el escudo del arzobispo Pedro de Castro (el fundador del Sacromonte) y la estrella de Salomón (símbolo de la  sabiduría). En el cuerpo superior, realizado con ladrillo, se abren vanos rectangulares acodados entre pilastras, los cuales ostentan grandes ventanales con balcones.
El piso del patio es de canto rodado típico granadino, el cual contiene diferentes dibujos simbólicos y representativos de los diferentes continentes. En su centro se ubica una gran fuente, frecuentada asiduamente por palomas.
3.    El Museo.
Se puede decir, sin exagerar, que toda la Abadía es un museo, pues hay obras de arte distribuidas por todas las dependencias, pasillos y rincones de la misma. Sin embargo desde el año 1928, el Sacro-Monte dispuso de un museo, de medianas dimensiones y ubicado en los bajos de la parte norte del gran patio, en el que se exhibía una parte de su patrimonio artístico y documental. Aunque, por razones de acondicionamiento del local, durante muchos años estuvo ubicado en la zona sur dedicada a la residencia de canónigos, en las denominadas Salas Capitulares, porque era allí donde tradicionalmente se celebraban los denominados “Capítulos” o reuniones institucionales del Cabildo, junto al despacho del Abad. Se accede a ellas desde el patio a través de un zaguán al que se abre una interesante puerta de madera tallada al estilo barroco, la cual presenta, entre otros adornos, un gran medallón policromado con el escudo del Fundador.
Desde hace unos años el primitivo museo se ha reabierto, con la colaboración del Ayuntamiento de Granada, la Consejería de Turismo, la Fundación Albaicín, el Plan de Turismo Granada y la  Federación de Hostelería, y, esta vez, siguiendo criterios museísticos modernos.
Se compone de tres hermosas salas:


           La Sala I está  dedicada a los hallazgos y acontecimientos fundacionales, con muestras de los Libros Plúmbeos y otros documentos excepcionales.

La Sala II está dedicada a la egregia figura de D. Pedro de Castro, fundador del Sacro-Monte, su correspondencia con Papa y con el Rey, su testamento, las constituciones de la Abadía, su sitial  y algunas obras de arte de su propiedad.
          La Sala III exhibe muestras de la espiritualidad eucarística y mariana, los dos pilares religiosos de la Abadía. Además de preciosas y cuidadas obras de orfebrería, un magnífico tabernáculo y documentación sobre el debate inmaculista, se exponen obras maestras de pintores como Duque Cornejo, Ruisueño, Raxis, Sánchez Cotán, etc. Todo ello en la más genuina línea barroca.

La Sala IV y última muestra las huellas de la historia docente y patrimonio documental de esta cuatro veces centenaria: retratos de antiguos alumnos famosos, alguno pintado por Goya; una colección de libros incunables, entre los que destaca un manuscrito árabe de Averroes, un manuscrito de san Juan de la Cruz, etc., etc.

4. La sacristía.

La Sacristía es de planta rectangular. En ella destaca una mesa de cálices del siglo XVII y de estilo florentino con incrustaciones de mármol y de piedras semipreciosas. Posee numerosas cajoneras de diversos tamaños, donde se guarda parte del rico ajuar litúrgico bordado en oro y plata. Como remate de éstas, junto a los muros, entre estípites, se ubican numerosas y diminutas láminas rectangulares con pinturas al óleo pertenecientes a la escuela granadina del siglo XVII, de temas religiosos realizadas sobre cobre, y que alternan con otras ovaladas con espejos antiguos. Sobre una de estas cajoneras hay un manifestador, que alberga una imagen del Niño Jesús  ataviado como "Buen Pastor" (vaciado en plomo) de Martínez Montañés, mientras que en el muro de enfrente se exhibe un Crucifijo de Pablo de Rojas acompañado por sendos cuadros de la escuela granadina: uno representa el Sacrificio de Isaac, y el otro a la Virgen con el Niño. En las cajoneras y armarios se guardan numerosas casullas, capas pluviales y estolas de todos los colores litúrgicos ricamente bordadas. En unas alacenas se guardan los cálices, custodias, porta-paces, cruces y báculos procesionales.
4.        La iglesia colegiata.

La colegiata, o iglesia colegial, fue fundada en 1607 por el Arzobispo de Granada D. Pedro Castro y dedicada a la Asunción de la Virgen.  Su construcción se realizó en varias etapas. Primeramente, s XVII,  se proyectó con una estrecha y única nave, la cual remataba en el crucero. En el siglo XVIII se transformó su planta, pasando a ser de cruz latina, con tras naves, una central y dos laterales de menor altura, crucero y capilla mayor, además de un coro en alto a los pies de la nave central. La sillería de del coro fue realizada por Francisco Días del Rivero entre 1615-1617.
La nave central se cubre con bóvedas de cañón, mientras que las laterales lo hacen con bóvedas de arista, que se abren a la central con arcos de medio punto. Sobre el crucero hay una  cúpula, cuyas pechinas se adornan con el escudo de D. Pedro de Castro. Toda la iglesia presenta exuberante decoración mediante lienzos, esculturas y retablos.
El testero de la Capilla Mayor, de forma semicircular, está cubierto completamente con  un gran retablo atribuido Duque Cornejo o  a Blas Moreno (1743). Presenta un solo cuerpo y tres calles, separadas mediante estípites, de las cuales la central alberga un manifestador a cuyos pies se ubica un magnífico sagrario de plata, mientras que las laterales presentan esculturas de los mártires, situadas encima de sendos relicarios, que contienen las sagradas cenizas.  La cornisa se rompe por un gran medallón con relieve de la Asunción, titular de la iglesia. Todo el retablo queda rematado por un relieve de la Santísima Trinidad rodeada de los Apóstoles.
El crucero presenta dos retablos laterales, ambos de la misma estructura, consistente en un único cuerpo y ático. En las hornacinas ostentan sendas estatuas, de la Inmaculada, el de la izquierda y de San José con el Niño el de la derecha. En el ático hay medallón ovalado con figuras de santo, uno,  y del Niño Jesús, el otro.
A los pies de la nave lateral derecha se abre la antigua capilla del Sagrario, construida en 1897. Presenta un estilo diferente al resto del conjunto.  En la actualidad está dedicada a los Titulares de la Cofradía de Los Gitanos: el Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacro-Monte. El Cristo es un Crucifijo tallado por José Risueño en 1695; la Virgen es una Dolorosa,  obra de los hermanos González de finales del siglo XVIII.
Junto al altar mayor se abren dos capillas, una de ellas, de pequeñas dimensiones, que alberga el mausoleo del fundador, D. Pedro de Castro, con escultura  en actitud orante. A la izquierda del altar mayor se abre  un pasillo que conduce a la Sacristía.
5.   Las Santas Cuevas.




Las Santas Cuevas constituyen el corazón del Sacro-Monte. En ellas si sitúa el lugar de los hallazgos, que le dieron lugar, y en ellas se iniciaron las obras que desembocarían en el complejo arquitectónico que ha llegado hasta nosotros.
 Las obras de destierre, reforzamiento y adecentamiento de las galerías se realizaron entre 1595 y 1598. Se construyeron las diferentes capillas y  se procedió a cerrar el conjunto. Se ubicó la entrada por el lado este, dando acceso, en primer lugar, a la capilla de Santiago, de planta que recuerda las basílicas paleocristianas. Hoy se utiliza como puerta de salida de los visitantes.
En la actualidad se entra en las Cuevas por una capilla rectangular que hace de pórtico al conjunto. Esta capilla está presidida por un gran Crucifijo, réplica sacada por puntos del Cristo del Consuelo de Risueño, realizada en 1987 por Miguel de Zúñiga. En el centro de la misma se ubica la pila bautismal. A la derecha está la entraba por donde se desciende a las Cuevas, a cuyos lados, además, encontramos dos escaleras ascendientes que conducen a un altar y dos vitrinas que guardan dos figuras de cera con las reliquias de los mártires Víctor y Leoncio, traídas de Roma en 1843, para compensar el vacío que había dejado en la Abadía el traslado forzoso de los Libros Plúmbeos.


Descendiendo por la esclarea antes mencionada, nos encontramos con la primera galería de las cuevas, que se conservan todavía con la estructura original. Así las describía, en castellano de la época,  Justino Antolínez de Burgos, Vicario General del Arzobispo D. Pedro de Castro y primer Abad del Sacro-Monte: “Estiéndense las cavernas, atravesando el monte de poniente a oriente, ochenta y quatro passos. La entrada de las cavernas mira a la ciudad de Granada, y es una mina estrecha de cuarenta pies. Báxase a ella por una escalera de nueve escalones. La puerta la labró la naturaleza, formándola de tres piedras muy grandes y toscas que le sirven de zimbra y arco. A esta mina succede una cueva aobada de diez y seys pies de ancho, que labró el arçobispo, guardando la forma que antes tenía, para assegurar no se hundiessen las demás cavernas.
Dende esta cueva aobada se comiençan a visitar los lugares sanctos; porque a mano derecha hay una caverna y, entrando en ella, a quatro passos, está el horno o calera en que fue martyrizado S. Hiscio y sus discípulos, de donde sacó el arçobispo las massas blancas que oy tan devidamente se veneran. A mano izquierda ay una entrada estrecha, y a diez passos se se descubre otra caverna algo espaciosa, y el horno en que se hallaron los huessos quemados que refiere la lámina [...]
Tienen estas cavernas tres minas muy angostas; por una de ellas se comunican en que manifestó nuestro Señor los libros <> y <> y la lámina de S. Cecilio. En la caverna donde se descubrió el libro  <> está una piedra muy grande, triangular, debaxo de la qual, en un hueco, tuvo nuestro Señor encerrado más de mil y quinientos años este precioso tesoro. En la ceverna en que apareció la lámina de S. Cecilio y libro de <>, labró el arçobispo un cuerpecito de Iglesia con traza y forma que tenían los ramos de las mesmas cavernas, excepto que ellos eran muy baxos, tanto que apenas se podía entrar por ellos, y oy está de suerte (guardando la proporción antigua) que se pueden muy bien andar.
En esta caverna ay un altar con una imagen de la limpia Concepción de nuestra Señora. Está en el sitio y lugar donde se descubrió la lámina de S. Cecilio. Detrás deste altar está una piedra grande, debaxo de la cual se halló el libro de la <>. Está metido en una cuevezilla que sirve para que se eche de ver de la suerte que estaba esta caverna antes de que se desbaratasse.
Tiene esta Iglesia su puerta al barranco del oriente, y por ella se comunica sin trabajo ninguno la caverna <>. Por esta parte quemira al barranco se dio principio al descubrimiento de todas las cuevas, y lo último que se descubrió fue la mina y la puerta por donde oy se visitan.
Ay en estas cavernas tres altares: la caverna de S. Cecilio, <>, horno de S. Hiscio.” (ANTOLÍNEZ DE BURGOS, J., Ystoria de Granada, manuscrito firmado el día cinco de agosto de mil seiscientos once).
La capillita denominada horno de san Cecilio presenta un pequeño busto de San Cecilio y la Cruz, que, según la tradición, portaba San Juan de Dios cuando pedía limosna por Granada.

La Capilla de Santiago, en donde, según la tradición, celebraría el Apóstol su primera misa en la Península Ibérica, tiene un retablo de fines del siglo XVII.  En el centro del altar hay una Inmaculada, obra de Duque Cornejo, flanqueada por las figuras de Santa Lucía y Santa Teresa.
  
[Nota del autor (Federico Rodríguez Ratia): Este artículo y reportaje gráfico, hoy ligeramente modificado y actualizado por el mismo autor, fue publicado en la revista “Colegio del Sacro-Monte. Boletín informativo", Nº 8, diciembre 2008, que edita la Asociación de Antiguos Alumnos del antiguo Colegio de la Abadía.]