ÉXODO
Por
el desierto en larga travesía
el
pueblo de Israel se abría camino,
polvo
y arena, hacia su destino:
la
tierra que Yahvé le prometía.
La
sed, el hambre y la melancolía
en
su lento vagar de peregrino,
junto
al olvido del amor divino,
le
cerraban el paso cada día.
Mas
Dios iba con él y le ayudaba
con
agua y con maná, que le saciaba,
compadecido
de sus extravíos.
Porque
yo ando también en esta vida
entre
las piedras de mis desvaríos,
protégeme,
Señor, de la caída.[2018]