NOTA DE NAVEGACIÓN

NOTA DE NAVEGACIÓN

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3 de abril de 2020

ENTR. 189 > PAPELES DE MI BARGUEÑO _7: "Los Gitanos" por las calles de Granada.




"LOS GITANOS" POR LAS CALLES DE GRANADA. [PREGÓN DE SEMANA SANTA]

SALUDOS:

Hermanos cofrades, amigos todos: Permitidme, en primer lugar, que muestre mi gratitud al Hermano Mayor, a la Junta de Gobierno y a todo el Cabildo de nuestra Cofradía por haber depositado en mí su confianza, y depararme el honor de ser el pregonero de la Semana Santa de este año 2004. Y a todos vosotros os pido que seáis benévolos conmigo y me disculpéis si mi Pregón, que he preparado con esmero, no está a la altura que se le exige, o no responde vuestras expectativas.



➤ ANUNCIO DE LA ESTACIÓN DE PENITENCIA:

Os traigo la gran noticia de la proximidad de la Semana Santa, que comenzará con el Domingo de Ramos y terminará en la Pascua de Resurrección.

En estos días que se avecinan, además de participar en las celebraciones litúrgicas, siguiendo la tradición irrenunciable de nuestros mayores, vamos a vivir el acontecimiento clave anual de nuestra Cofradía: la tarde del Miércoles Santo haremos con nuestros Titulares la Estación de Penitencia: pasaremos con ellos por las calles de Granada proclamando a los cuatro vientos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y los dolores de su Santísima Madre. 

Procuraremos todos, desde el sitio que cada uno ocupe en la procesión, plasmar en actitudes y composturas personales la fe y la religiosidad más sincera, sencilla y católica. Y lo haremos con arte y galanura, con solemnidad y estética, con belleza y tronío, paseando nuestros Pasos, que son la expresión artística más bella que ha podido nunca salir de las manos e inspiración de nuestros mejores artistas e imagineros.

Que me perdonen los miembros de las demás cofradías granadinas, pero hoy me atrevo a afirmar que es el Miércoles Santo, con el Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacro Monte por sus calles, cuando Granada alcanza el culmen de su belleza, cuando llega a estar granada (permitidme el juego de palabras). 

¿Hay algo estéticamente más sublime que esa estampa del Cristo del Consuelo entre bengalas junto al Darro y la Alhambra iluminada que se asoma desde lo alto para verle? 



¿No parece estar diciendo,
la Alhambra,
que, si fuera bautizada,
de su monte se bajara
y con toda su hermosura
ante el Cristo se postrara?

¿No tiene envidia del río
por la suerte que ha tenido
de poder verle la cara
de cerca en la madrugada
a ese Cristo dolorido
que regresa de Granada
entre su gente metido?













Sí. Granada se convierte en la ciudad más grande y hermosa del mundo cuando nuestros Titulares pasan por sus calles. Ese Cristo nuestro, en el que el dolor se hace filigrana de finísimo amor, en el que las llagas se vuelven tornasoles de púrpura divina, cuyo cuerpo dolorido está sujeto por cuatro clavos.

También os anuncio que, si Dios quiere, el domingo que viene, 28 de marzo, como preámbulo de la Estación de Penitencia del gran día del Miércoles Santo, trasladaremos a nuestros Titulares a la Iglesia del Sagrado Corazón.

Y lo haremos a nuestro modo, con nuestra enraizada devoción y manera peculiar de alabar al Señor y a la Virgen. Bajaremos por las cuestas sacro-montanas, por las calles albaicineras, por los recoletos y angostos callejones, por las anchas avenidas, camino de la iglesia de los PP. Jesuitas, siempre tan atentos con nosotros, a la espera de que llegue el gran día del Miércoles Santo. Nuestro sincero agradecimiento y afecto a estos santos religiosos jesuitas.

He llamado gran día a nuestro Miércoles Santo, porque es un día que no cabe en veinticuatro horas; porque ese día, cuando nuestro Cristo y su Madre salgan del templo y pisen las calles de Granada, con los pies de los costaleros y costaleras, el mismo sol, si pudiera, se quedaría en el balcón del firmamento para contemplarlos, o mejor, se uniría a nosotros y como costalero de oro refulgente nos acompañaría sin descansar hasta la siguiente aurora, la del jueves santo. Y la luna, si pudiera, tomaría una nube por mantilla y bajaría del cielo a ponerse delante de la Virgen, como madrina de luz, con su cara de plata, redonda, enamorada.

Y os digo que haremos el recorrido oficial por las calles de la ciudad de la Alhambra. Avanzaremos paso a paso, suspiro a suspiro, plegaria a plegaria, fatiga a fatiga, con sed, sudor y cirios, por las calles repletas de gente, devotos y espectadores.

Pasaremos por tribuna con noble garbo.
Me refiero a nuestro porte propio como devotos de nuestros Titulares, porque ellos, el Cristo y la Virgen, son el garbo mismo, la belleza en su mismísima esencia, la hermosura jamás igualada en el cielo y la tierra, el hombre más hermoso y la mujer más bella que han sido y serán, el Adán y la Eva de la humanidad nueva, surgida de la Pascua.

Luego, entraremos en la Catedral, donde el pastor y obispo de nuestra Iglesia tiene su cátedra.
Con ello manifestaremos nuestra pertenencia a la Iglesia Católica, nuestra comunión fraterna con todas las cofradías y hermandades de nuestra ciudad, de la diócesis, de Andalucía y de toda España. Pues nosotros no somos una isla en medio de un océano de soledad egoísta, sino que formamos parte de ese inmenso continente que es la Iglesia; no somos todo el mar, aunque sí somos parte del agua que lo forma. Es verdad que queremos ser una ola diáfana y refulgente, con el ímpetu que proviene de nuestra unión interna, de nuestra fe cristiana y del amor a nuestros Titulares, a la Iglesia, a Granada y a la humanidad entera. Es verdad que pretendemos hacer de nuestra Cofradía la ola más bella del océano cofrade granadino, no tanto por nuestras palabras y adornos, cuanto por nuestras obras de caridad y misericordia hacia los más necesitados, y no sólo en semana santa, sino durante todo el año.

Y cuando la noche llame a la madrugada, volveremos a la Abadía del Sacro Monte, nuestra sede.


Entraremos en la Carrera del Darro, donde el río y el camino juegan a la comba con los puentes, bajo la mirada complaciente de la Alhambra.
El silencio se aliará con la saeta para que sólo suenen los suspiros del alma, al ritmo ronco de un tambor solitario. 

Las farolas darán paso a las bengalas y nubes de humo surgirán de nuestras manos, como suspiros cósmicos en medio de la noche; como plegarias primitivas de un arcano fervor, bajo la luz de la luna y los luceros. Y arriba, estará contemplándonos la Torre de la Vela iluminada. 

Y cuando el Peso de la Harina nos devuelva a nuestro Monte, asistiremos a la manifestación sublime del sentimiento, a la agonía del silencio, a la eclosión del grito del espíritu, a la explosión primaveral de las flores del alma, que, arrojadas a los pies del Cristo y de la Virgen, se convierten en plegaria con desgarro de saeta, en sollozos desbocados, en vivas estridentes, en fuego que ilumina nuestro valle, como presagio del gran resplandor de la mañana de Pascua.

Es verdad que algunos estarán mirándonos al borde del camino, en las veredas en donde el monte descansa de su loca ascensión hacia la altura, sin entrar siquiera en el zaguán de nuestros sentimientos, sin conectar con los motivos y finalidades de nuestras manifestaciones. Intentarán unirse a nosotros en las manifestaciones externas con las que celebramos nuestra fe y nuestra religiosidad cristianas. Algunos lo harán con respeto, otros con estridencia, y otros con descaro y bastardía. Pero el Cristo del Consuelo, el Cristo redentor y misericordioso, quizás les toque al corazón y sientan el calor de su presencia, el brillo sublime de sus ojos doloridos adentrarse en sus almas, y se acerque a la fe, si nuestra fe se hace visible en medio de tanto paroxismo emocional, estético y religioso.

Y ya en el Monte Sacro, dejaremos con primor y cariño emocionado en la iglesia colegiata de la Abadía, su sede canónica, a nuestros Titulares, el Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte.

Y, en coherencia con lo expresado por las calles de Granada, nos dispondremos a seguir viviendo la Semana Santa con la asistencia a los Oficios. Porque sabemos que mediante ellos nos acercamos a la fuente de nuestra vida cristiana, el fundamento de nuestra fe y a la presencia viva de Cristo Resucitado y de María elevada al Cielo. Porque no somos sólo cofrades, sino que somos cristianos, católicos, pertenecientes a la gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia, la cual proclama, celebra y vive su fe, dando testimonio de amor y unidad, ayudando a los necesitados. 

➤ VIVENCIAS Y SENTIMIENTOS:


 Permitidme – hermanos – que dé rienda suelta, ahora, a mis vivencias y sentimientos del modo más espontáneo y sincero. Permitidme que, en adelante, salte de la prosa al verso y del verso a la prosa, siguiendo a ambas, cuando desbocadas la una y la otra, ellas mismas me cedan la palabra.

¿Cómo podría yo deciros,
a vosotros los primeros,
lo que sentiré por dentro
en estos días venideros?

¿Cómo podrían mi palabras
ante vosotros ahora
expresar lo que mi alma
siente por esta Señora?

¿Cómo deciros que puedo
expresar lo que yo siento
cuando contemplo en silencio
a mi Cristo del Consuelo?

Lo intentaré, mas os digo
que me quedaré muy corto
por más que decir pudiera
lo que en mi alma se encierra.

Al intentar expresar, y compartir anticipadamente con vosotros, los sentimientos que producen en mi alma las diversas escenas de la Estación de Penitencia, nos aprestamos a vivir y protagonizar en esta Semana Santa de 2004, quisiera que mi voz pasara de ser un normal sonido inteligible nacido de mi garganta a convertirse en quejío y cante jondo nacido de mi corazón y de mi entraña.


Quisiera que sonara a "granaína" para expresar el sentimiento que produce en mí el Traslado del Cristo y de la Virgen; quisiera que sonara a saeta cuando nuestros pasos se detengan a la puerta de la Catedral; quisiera que sonara a martinete cuando os diga lo que siento al ver dibujarse la silueta de nuestro Cristo entre la luna y la Alhambra; quisiera que sonara a soleá cuando me fije en la Madre dolorosa, traspasada y sola con su dolor tras el Hijo crucificado; quisiera que sonara a taranto al intentar sentir con los costaleros y costaleras que van a paso corto, pero a fe larga y a devoción firme, en el silencio de los pasos; quisiera, finalmente, que sonara a bulería cuando por el barrio, cuesta arriba, a golpe de emoción, sudor y palmas nos encaminemos hacia la Abadía.


➧ Durante el traslado de los Titulares: 


[Iniciando el traslado]

Es el domingo 5º de Cuaresma, día del Traslado de nuestros Titulares a la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en la Gran Vía. El Cristo reposa en las parihuelas delicada y primorosamente instalado. La Virgen va en la andas, peregrina con su Hijo hacia Granada. Nuestro corazón en fiesta, apenas conteniendo las lágrimas, los gritos y los rezos. Unas flores adornan tímidamente los pasos. Una canasta vacía espera la ofrenda floral espontánea de la gente al paso de los dueños del Sacro Monte. 


Salimos de la Iglesia de la Abadía. Los caminos que bajan del Monte se abren y se ensanchan ante el Señor del Consuelo y la Reina del Sacromonte (Los Gitanos), que descienden por la ladera del monte, en la procesión más peculiar de Granada. Porque el Traslado está lleno de matices: a veces parece improvisada romería, a veces se asemeja a nómada tribu que traslada cuidadosa sus preciados tesoros a horizontes no explotados, a veces a cortejo de boda que acompaña a una novia divinamente bella, a veces a un calvario descendente con el Hijo y la Madre, soledad y muerte, por sus fieles devotos arropados. Pero siempre sublime, irrepetible. Y, mientras tanto, la Abadía se queda sola, desgarrada.


Recuerdo que el año pasado – el pasado sirve para explicar el presente y explorar el futuro – viví esta experiencia con vosotros. Recuerdo, todavía emocionado, los profundos sentimientos que estas escenas produjeron en mi alma. Sí, en mi alma de andariego por caminos de muchos horizontes, de estudioso empedernido, de profesor universitario, de sacerdote del postconcilio, aunque nunca iconoclasta, de canónigo sacromontano. Con mi bagaje de conocimientos y experiencias yo creía poder controlar con facilidad mis emociones. Pero me di cuenta de que no era posible. Y doy gracias a Dios por ello. 


Hoy afloran ante mí las imágenes y sentimientos de aquella mañana del domingo seis de abril de 2003. Como poeta los plasmé en estos versos, que titulé 


LA BAJADA DEL SANTÍSIMO 

CRISTO DEL CONSUELO


De nuevo la amanecida,
de nuevo el Cristo bajando
por la ladera del Monte:
el Cristo de los Gitanos.

Va con los brazos abiertos,
de par en par el costado,
el rocío de su sangre
con el sol centelleando.

Lleva “El Consuelo” sus ojos
en lágrimas arrasados,
le tiemblan las coyunturas,
la frente le está quemando,

porque la guerra y los odios,
la violencia y los tiranos
le están hiriendo las sienes
y el alma martilleando.

Ya va por el Albaicín
hacia Granada, despacio,
por las calles empinadas
pisando los empedrados.

Las estrechas callejuelas
se están llenando de nardos,
de palmas y zapateos,
de rosas y de geranios,
que así expresa su cariño
el alma de los gitanos
al Cristo, que por sus calles
va en la mañana pasando.

Un suspiro con un viva,
un te quiero con un canto,
una saeta, una copla
el pueblo le va catando.

Y le cantan y le bailan
y le rezan entre aplausos,
porque da garbo a este Monte,
que sin Él no sería Sacro.

En la Abadía se quedan
los pájaros sollozando:
se han llevado su “Consuelo”
hasta Granada, temprano.

Sin aroma están las flores,
sin amapolas el campo,
hasta que tú no regreses
a este tu Monte Sacro.
¡Cristo mío del Consuelo,
mi Cristo de los Gitanos!

¡Qué sola está la Abadía
sin mi Cristo del Consuelo!
¡Qué dolor, qué desespero
invaden el alma mía!

Pues contemplarte no puedo,
Nazarena dolorida,
no quiero tener consuelo
ni paz en el alma mía.


Estos breves e improvisados versos me salían del alma cuando, en un viernes del pasado febrero, componía este pregón, en mis estancias de la Abadía, luego de haber estado un rato en oración ante nuestros Titulares.

Evocando también ahora los sentimientos que sentí el año pasado cuando, desde el domingo del Traslado hasta la madrugada del jueves santo, el Cristo y la Virgen estaban en el templo jesuítico de la Gran Vía granadina, aguardando la llegada del miércoles santo para salir en Estación de Penitencia y esta Abadía estaba rota por dentro porque no los tenía en su interior, un día no lejano compuse este soneto al Cristo del Consuelo, que titulé


“ESTOY ROTO SIN TI”

Sólo me queda a flote tu recuerdo,
desde que te bajaron, Cristo mío,
a la ciudad del Darro. Está vacío
sin ti mi corazón, parado y lerdo.

Y luego me dirán que no estoy cuerdo,
que pierdo la razón y desvarío,
cuando de madrugada, junto al río,
me plante para verte. El alma pierdo

poco a poco si tú no estás conmigo.
Mi Cristo del Consuelo, peregrino
sufriente por las calles de Granada.

Yo sé que mi dolor no pesa nada
mirado desde el tuyo; mas te digo
que estoy roto sin ti, y desatino.


[El Cristo del Consuelo pasando junto al Arco Elvira]


➧ Durante la Procesión Oficial (Estación de Penitencia): 

     Es la hora: las cinco y media de la tarde del Miércoles Santo: la hora de los nervios, de las enérgicas órdenes para que todo salga a pedir de boca, con elegancia, con ritmo, con pasión; la hora de los pasos solemnes y quedos; pero, también es la hora de las emociones apenas contenidas, la hora de los suspiros, de las miradas, de las velas, del incienso y de las lágrimas; la hora del rezo a la intemperie, de la congoja hecha copla, hecha desgarro de saeta.

Se abren las puertas del templo del Sagrado Corazón en la Gran Vía:
  • ¡Que se pare el tiempo en este instante en las calles de Granada! ¡Que salen Los Gitanos! ¡Que sale el Cristo del Consuelo, con su Madre dolorida María Santísima del Sacromonte, a pasear su amor crucificado y su costado abierto por las calles de Granada! ¡Que sale a decirnos a todos lo mucho que le duelen nuestros fallos, nuestros odios y pecados; pero, también y sobre todo, a decirnos que nos ama y que nos perdona, a llenar de paz y de consuelo nuestras almas. Él, que en el momento de su pasión buscó quién lo consolara y no lo halló. Ahí está, también su Madre y nuestra Madre, de dolor transida, para decirnos que, a pesar de la pena, estamos llamados a la vida!

¡Qué emoción cuando, cruzando la puerta en momentos de tensión y de angostura imposible, los costaleros y costaleras sacan los pasos a la calle!

¡Cómo vibran los presentes! ¡Cómo brotan disimuladas las agridulces lágrimas!

      Os aseguro que las he visto salir a borbotones de los ojos de una mujer sencilla al contemplar en la calle al Cristo del Consuelo; yo he visto a más de una muchacha llevarse levemente el pañuelo a los ojos, sorprendida su juventud por la emoción del inesperado impacto de tan sublime escena;
yo he visto reflejarse la figura del nuestro Cristo en los ojos de un niño que se abrían de par en par, como una radiante madrugada, extasiados ante tan sublime y divino espectáculo.

¿Verdad, hermanos? – y no disimuléis vuestra emoción, que es digna y justa -, ¿Verdad que en esos instantes, escalofríos de plata recorren nuestra piel y nuestras venas?

   Ya están el Cristo y la Virgen pisando el asfalto de la Gran Vía, que de pronto se torna en Vía Dolorosa, en Calvario estremecido; pero también en intuido Camino de Emaús.

¡Cómo se siente en Granada!

Permitidme que os recite este soneto a nuestra Virgen compuesto el año pasado para este sublime momento:

TARDE DE MIÉRCOLES SANTO 
EN GRANADA

Tarde de Miércoles Santo. En la altura
pugnan el sol y las nubes por tenerte;
en el cielo los querubes enmudecen
cuando miran tus dolores y amargura.

La Alhambra cierra sus puertas y se asoma
a la Torre de la Vela para verte, galanura
de Virgen sacromontana, cuando pasa
por las calles de Granada tu hermosura.

Un desgarro de saeta rompe el aire,
y del alma a borbotones se me escapa
la pena al contemplarte, traspasada,

detrás de Cristo, al madero cosido
por culpa de mis pecados. Dolorosa,
nazarena, Madre mía de mi alma.


[Comienza la Procesión por la Gran Vía]

   Y empieza la procesión entre música y silencios: Camino de penitencia. Y avanza pausadamente por la Gran Vía, en compuesto y solemnísimo cortejo, perfumando con incienso cada instante, cada paso, cada copla, en dirección al monumento de Isabel la Católica.


➜ Ante la Reina Católica

Está la reina sentada
y Colón en pie le explica
sus proyectos a la reina,
cuando desde la Gran Vía
la comitiva se acerca.

La reina no se levanta;
Colón no se da la vuelta,
porque ambos son de bronce;
pero sus almas despiertan
y se postran ante el Cristo,
el Rey de cielos y tierra.

Del Sacromonte una brisa
baja por el valle, fresca,
y pasa por Santa Ana,
por Plaza Nueva y la Audiencia.

Viene a refrescar el rostro
de Cristo, que fuego echa,
que el dolor le está quemando
las mejillas. Y la pena
de verle tan dolorido
va dejando mi alma yerma.

Un tambor rompe el silencio
y el alma se me despierta.

Ya sigue la comitiva.
A San Matías se endereza,
y luego, muy despacito,
con solemnidad se acerca
hasta llegar a Tribuna:
Estación de Penitencia.

¡Qué solemnidad! Los brazos
de Cristo al aire. La pena
de la Virgen en su rostro.
La llaga de Cristo abierta:
de par en par su costado
para albergar a Granada
siempre que Granada quiera.

Y lo mismo que en la “Toma”
el vocero vocifera:
  • ¡Granada! - respuesta: ¿Qué? 
Estate alerta,
que el Cristo de los Gitanos
te está mirando a los ojos,
del Carmen en la placeta.

Te está pidiendo consuelo.
Aunque Él consuelo te diera
cuando te veas dolorida
y consuelo le pidieras.
______

Y, luego, a la catedral.
La Plaza de las Pasiegas
sirve de pórtico. Atentos
todos. Del pastor se oye
la voz, que nos explica y que reza.
________________

¿Habéis visto alguna vez la catedral más hermosa que cuando recibe la visita de nuestros Titulares, llevados con amor por nuestros costaleros, y acompañados por todos los hermanos de la Cofradía?
Las bóvedas se iluminan con la luz más tenue y a la vez más intensa.
     Los focos de luz arrancan destellos de rubíes del cuerpo ensangrentado del Cristo; el rostro de nuestra Virgen se hace transparente y una lágrima fúlgida centellea en su mejilla; los pasos de los costaleros por el mármol del suelo catedralicio me suenan a repiques de campanas lejanas, a murmullo de plegaria. Y el alma se sublima y el espíritu se eleva hasta la altura, escapándose hacia el cielo, por la rendija de alguna ventana.


➧ LA VUELTA A LA ABADÍA:




De vuelta por Plaza Nueva
baja la brisa temprana.
Trae los suspiros del Monte
Sacro, que apenas si aguanta,
un minuto más, siquiera,
en esta Semana Santa
sin su Virgen y su Cristo,
que se fueron a Granada.

El Darro campanillea
sus campanillas de agua
al paso de nuestro Cristo,
casi ya de madrugada.

La virgen mira hacia el Monte
y se le escapa una lágrima.

De pronto suenan tambores,
el silencio se demanda,
que de silencio es la hora,
de bengalas y plegarias,
de estampas jamás logradas,
de estéticas sublimadas:

Que está la Alhambra en lo alto
solemne y engalanada,
que pasa el Cristo y la Virgen
junto al Darro de Granada.
Sus rostros iluminados
parecen de fuego y nácar,
que sus penas se transforman
cuando cruzan Santa Ana.

Los llevan los costaleros
entre humos de bengalas.
Una saeta de fuego
parece el valle y el alma
se derrama por los ojos
de la gente concentrada:

Estación de Penitencia:
penitencia consumada.


 ➧ Durante la vuelta a la Abadia:


[Cristo en el Peso de la Harina]

Avanza la procesión,
como presagio de zambra,
por el Paseo de los Tristes
y la Cuesta del Chapiz.
Aquí termina Granada,
que el Sacromonte aquí empieza.
Parece que el Cristo habla
y sonríe levemente.
Está llegando a su casa.
Allá arriba, en el que llaman
Valparaíso, le aguarda
el templo de la Abadía
del Sacro Monte: su casa.

La Virgen va más ligera.
Ha llevado hasta Granada
su cariño y su ternura,
su amor de Madre Sagrada.
Brillan sus ojos: estrellas
que en su rostro Dios pusiera.

Va cansada; pero alegre.
Que encendieron las hogueras
para mostrarle el camino
y rezar con fuego y leña.
Van sonando bulerías,
Mientras al Monte la llevan
sus hijos, los costaleros,
y al Cristo las costaleras.

Parece que van exhaustos
pero firmes se enderezan
paso a paso por la cuesta.
Que cuando el amor es grande
las fatigas se aligeran.

El Sacro Monte ya es Sacro
de nuevo: que ya contempla
al Cristo de los Gitanos,
el del Consuelo,
y alberga a Santísima María 
del Sacro Monte en la Iglesia. 


He dicho. Muchas gracias.



[El Santísimo Cristo, de vuelta en la Abadía]