EL ORO DE LA TARDE.
El oro de la tarde se ha posado
como pátina suave en la colina,
mientras el sol cansado se encamina
a su cíclico ocaso resignado.
El otero, de olivos moteado,
presiente que la noche se avecina,
y en la fauna nocturna se adivina
la prisa por salir al verde prado.
El agua del arroyo serpentea,
sonando cantarina en la cañada;
mientras que por la senda tintinea
la esquila de un rebaño, en retirada
hacia el redil cercano, su destino.
Se adivina la noche, ya en camino.